Con esto no juegues
“Esas naciones, cuyo territorio van ustedes a poseer, hacen caso a los que pretenden predecir el futuro y a los adivinos, pero a ustedes el Señor su Dios no les permite semejante cosa” (Deuteronomio 18:14).
Entrar a una librería es descubrir que lo que más leen los jóvenes es ciencia ficción y fantasía. Un ejemplo es que los siete libros que componen la saga de Harry Potter han vendido más de quinientos millones de copias en el mundo y han sido traducidos a ochenta idiomas, lo que representa en ganancias siete mil millones de dólares. Aunque te parezca sorprendente, esto no es algo nuevo. Desde hace más de 3500 años los habitantes de Canaán eran conocidos por la adivinación, por decir que podían predecir el futuro, por la hechicería y por intentar hablar con los muertos. Sobre esto, Dios fue MUY claro: “Al Señor le repugnan los que hacen estas cosas. Y si el Señor su Dios arroja de la presencia de ustedes a estas naciones, es precisamente porque tienen esas horribles costumbres” (Deut. 18:12).
Hoy podemos encontrar una de las versiones moderna de estas prácticas en la famosa fiesta de Halloween. Se calcula que la celebración da ganancias de miles de millones de dólares, por la venta de golosinas, disfraces, calabaza para decorar y comida.
De acuerdo con la historia, desde sus orígenes esta celebración transmitía la idea que esa noche los espíritus de los muertos aparecían bajo diferentes representaciones para destruir a los vivos, y solamente podían salvarse los que se disfrazaran con cualquier indumentaria grotesca para espantarlos.
Como cristianos celebramos la vida, no la muerte; la luz, no las tinieblas; la verdad, no la mentira. Aprovecha incluso ese día para compartir lo más importante del Evangelio: Jesús venció la muerte y solo en él podemos tener paz, seguridad e inmortalidad.
Junto al apóstol Pablo puedes decir: “Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz. Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad” (Efe. 5:8, 9).