Los gigantes de la antigüedad
“En Gat hubo otra batalla. Había allí un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos: seis en cada mano y seis en cada pie. Era también descendiente de los gigantes” (2 Samuel 21:20).
Hoy hablaremos de “gigantes”. A veces hablamos de gigantes en sentido figurado, para destacar cualidades especiales de algunas personas. Otras veces le decimos “gigante” a un jugador de básquetbol muy alto. ¿Sabías que hasta el jugador más alto se queda lejos de los gigantes de la antigüedad? El promedio de estatura de un basquetbolista profesional en los Estados Unidos es de dos metros, mientras que la altura de Goliat era de tres metros.
Desde la perspectiva bíblica, todo en este mundo va en retroceso, no solo en los ámbitos moral, espiritual, social e intelectual, sino también en el aspecto físico. Nosotros creemos que cuando Jesús regrese y vivamos con él, y en la medida en que comamos del fruto del árbol de la vida, volveremos a recuperar el ideal con el cual Dios creó a Adán en cada aspecto de nuestro ser, incluyendo la física.
Uno de los grandes milagros que Dios hizo por su pueblo en tiempos del rey David tuvo que ver con la derrota de los gigantes. En 2 Samuel 21:15 al 22 se los menciona por nombre. Eran guerreros conocidos y exitosos. Un gigante llamado Isbí-benob estuvo a punto de matar a David. Abisai se convirtió en su salvador y desde entonces acordaron que David no acudiera a las batallas. Lejos habían quedado los días de su juventud. Aunque su fe en Dios era más fuerte que cuando derrotó a Goliat, su fuerza física había disminuido mucho con el paso de los años.
Todo parece indicarnos que la ciudad filistea de Gat era famosa por sus gigantes, muchos de ellos parientes de Goliat. Dios siempre le dio la victoria a Israel sobre cada uno de ellos. ¿Por qué ya no existen verdaderos gigantes? Hasta cierto punto, el versículo de hoy nos lo responde: las malformaciones de nacimiento, como fue el caso de este personaje con veinticuatro dedos, resalta cómo la genética se encargó de terminar con ellos.
Hoy puedes ser un gigante de Cristo. ¿Imaginas cuánto bien puedes hacer como gigante de Dios?