Proverbios
“La sabiduría de Salomón sobrepasó a la de los egipcios y los orientales. Fue más sabio que ningún hombre […]. Su fama se extendió por todas las naciones de alrededor. Pronunció tres mil proverbios y compuso mil cinco poemas” (1 Reyes 4:30-32).
Si te gustan los sermones cortos (de no más de treinta minutos) y que los consejos de tus padres sean claros y directos, entonces los Proverbios son para ti. ¿Por qué? Porque en una frase transmiten mucho conocimiento. Son como “cápsulas de sabiduría”. Y, si vives corriendo con muchas actividades en el día, no te llevará más de un minuto leer un proverbio de los mil que escribió el sabio Salomón.
Dios le dio sabiduría a Salomón y lo inspiró para escribir mediante dichos o refranes. En aquella época, no había libros como los que hoy conocemos, había rollos, pero solo las personas consideradas “importantes” podían tenerlos porque eran escasos. Entonces casi todos los conocimientos se transmitían oralmente, es decir, hablando. ¡Imagina si Salomón daba discursos de tres o cuatro horas! Seguramente, muchos de sus oyentes se dormirían. Por eso, los mensajes que él transmitía a través de proverbios eran cortos, pero decían mucho.
La mayoría de los proverbios hace comparaciones con elementos que conocemos o vemos diariamente, así son más fáciles de recordar. Por ejemplo, en Proverbios 1:8 y 9 dice: “Hijo mío, atiende la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre, pues serán para ti un bello adorno: como un collar o una corona” (énfasis añadido). Esto quiere decir que los consejos que te dan tus padres son muy valiosos y no debes ignorarlos.
¿Qué te parece leer un proverbio cada día y pedirle a Dios que te ayude a obedecer esos sabios consejos?