¿Qué es un edicto?
“Pero aquellos hombres se presentaron otra vez al rey y le dijeron: ‘Su Majestad sabe bien que, según la ley de los medos y los persas, ninguna prohibición o decreto firmado por el rey puede ser anulado’ ” (Daniel 6:14, 15).
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¿Has sentido alguna vez envidia de algún amigo o amiga?
Puede que algún amigo o amiga te tenga envidia porque sacas buenas notas, porque tienes unas zapatillas de marca, porque eres linda o se te dan bien los deportes…
Al principio, ese sentimiento no es malo, puede ser admiración y los buenos amigos se admiran mutuamente y se respetan. Sin embargo, cuando la envidia se convierte en un pensamiento continuo acaba rompiendo la amistad y amargando al envidioso. La envidia hace que las personas cambien, y digan y hagan cosas que hacen daño a los demás y sobre todo a sí mismas.
Eso le ocurrió al profeta Daniel cuando Darío, el rey de Babilonia, lo nombró gobernador de todo el Imperio. Darío admiraba a Daniel, pues era más inteligente y respetuoso que los demás gobernadores. Le gustaba hablar con él y pedirle consejo como a un amigo. Sin embargo, los demás gobernadores sentían envidia de Daniel y le tendieron una trampa. Obligaron al rey Darío a firmar un edicto real para prohibir que alguien suplicara a cualquier dios u hombre fuera del rey. Quien no cumpliera este edicto sería arrojado al foso de los leones.
Darío se sintió halagado por esa propuesta y la firmó sin acordarse de que su amigo Daniel adoraba al Dios del cielo tres veces al día. Daniel abría su ventana tres veces al día, se arrodillaba para orar y alababa al Señor.
Cuando Darío se dio cuenta de la trampa, ya no podía cambiar esa ley. Por eso Daniel fue echado al foso de los leones. Sus enemigos estaban felices, mientras que el rey Darío estaba triste.
¿Sabes cómo acaba la historia? Lee Daniel 6, y escribe qué les pasó a Daniel y a sus enemigos en tu Diario de Oración.
