Testigos silenciosos
“Cuando hayan cruzado el río Jordán, deberán levantar sobre el monte Ebal las piedras que les he dicho, y blanquearlas con cal” (Deuteronomio 27:4).
Cada fiesta y cada tipo de ofrenda servía como ilustración de una verdad espiritual, y tenían el propósito de generar preguntas en los niños para que, al conocer las respuestas, aprendieran de forma práctica lo que Dios quería decirles. ¿A ti también te gusta hacer preguntas?
Con esto en mente, podemos entender mejor los siguientes versículos: “Cuando algún día sus hijos les pregunten: ‘¿Qué significan estos mandatos, leyes y decretos que nos ha ordenado el Señor nuestro Dios?’, ustedes les responderán: ‘Nosotros éramos esclavos del faraón, en Egipto, y el Señor nos sacó de allí con gran poder’ ” (6:20, 21).
Una palabra clave en Deuteronomio es “recordar”. Para Dios era muy importante que Israel ejercitara la memoria para prevenir el desastre nacional. A todos les convenía recordar el éxodo. Dios los animaba a recordar la peregrinación por el desierto y cómo los había traído hasta la frontera. Y ahí entran en juego las “piedras”, que servirían como memorial. Un memorial era un lugar adonde la gente podía visitar para leer los principios generales de la voluntad divina. Era un lugar para recordar, aprender, ofrendar, comer, celebrar… Todo esto con alegría.
Además del memorial, Moisés escribió todas las instrucciones que Dios le dio (la Torá), para que los mensajes de Dios no se olvidaran o cambiaran con el boca a boca. Así, la enseñanza original de Dios se iba a preservar de generación en generación.
Actualmente, podemos seguir recordando y leyendo la Palabra de Dios. Recordamos el sacrificio de Cristo cuando participamos del Rito de Humildad y la Santa Cena, y leemos la voluntad de Dios en la Biblia. ¿Para qué? Para que nunca olvidemos cómo Dios nos ha ayudado en el pasado y cuál es nuestro destino eterno con Jesús: el Cielo.