Mefi-boset
“Un día David preguntó: ‘¿Ha quedado algún superviviente de la familia de Saúl, a quien yo pueda favorecer en memoria de Jonatán?’ ” (2 Samuel 9:1).
David es conocido en el Nuevo Testamento como el hombre conforme al corazón de Dios (Hech. 13:22). ¿Por qué? Porque tuvo un corazón misericordioso. Cuando David tuvo la posibilidad de destruir al último de la familia de Saúl, se acordó del pacto hecho con Jonatán. Entonces averiguó si quedaba alguien vivo de su familia. Y aparece en escena Mefi-boset.
Mefi-boset era hijo de Jonatán y nieto de Saúl. Cuando su familia estaba siendo perseguida por los filisteos, la nodriza del niño Mefi-boset, en ese momento de cinco años, lo cargó y huyó de prisa, pero el niño se le cayó y quedó lisiado de por vida (2 Sam. 4:4).
Ahora Mefi-boset vivía en Lodebar. Lodebar significa “tierra árida”. Estaba condenado a la pobreza y a depender de la caridad. Su autoestima era deplorable, se consideraba como un “perro muerto” (vers. 9). Entonces, David lo mandó llamar. Mefi-boset se imaginó lo peor, pensó que lo iban a matar. Para su sorpresa, David le dio buenas noticias: “No tengas miedo, porque yo te voy a tratar muy bien, en memoria de Jonatán, tu padre. Haré que se te devuelvan todas las tierras de tu abuelo Saúl, y comerás siempre a mi mesa” (vers. 7).
Mefi-boset nos representa a cada uno. Sin Dios, estamos solos en este mundo, una tierra árida que no tiene nada bueno que ofrecernos. Estamos condenados a vivir limitados por el pecado. Así como Mefi-boset, que llegó a esa triste condición sin ser culpa suya, nosotros estamos en esta condición por el error de nuestros primeros padres: Adán y Eva.
Así como David mostró misericordia, Dios demostró su gracia y misericordia para cada persona al enviar a su Hijo Jesucristo para darnos la vida eterna y la felicidad; para devolvernos todo lo que se perdió a causa del pecado. Mediante Jesús tenemos la seguridad de que un día regresaremos al hogar celestial y comeremos siempre en la mesa del Rey de reyes.