Una mujer generosa
“Entonces ella le dijo a su marido: ‘Mira, yo sé que este hombre que cada vez que pasa nos visita, es un santo profeta de Dios’ ” (2 Reyes 4:9).
Debió ser hermoso para Eliseo que la gente, como esta mujer, lo identificara como un santo profeta de Dios. Él había pedido tener una doble porción del Espíritu Santo. Esta mujer era importante, rica, atenta y creyente en Dios. Vivía en Sunem (vers. 8). Como era una fiel creyente y podía apreciar la dedicación y la fidelidad de Eliseo en todos sus viajes, con frecuencia ella y su esposo lo invitaban a comer.
Un día le habló a su esposo. ¡Había tenido una idea! ¿Y si preparaban un lugar para cuando el profeta y su siervo recorrieran esa zona? Ambos estuvieron de acuerdo, así que construyeron una habitación. Allí pusieron una mesa, una silla, un candelabro y un lugar cómodo para dormir. Eliseo y Giezi se hospedaron ahí muchas veces.
Cuando Giezi, el siervo del profeta, le planteó si podían ayudarla en alguna situación, ella respondió: “Yo estoy bien aquí entre mi propia gente” (vers. 13). Entonces, Eliseo y Giezi se dieron cuenta de que ella no tenía hijos. Así que Eliseo le aseguró que en un año ella iba a tener un hijo, ¡y Dios hizo el milagro (vers. 17)!
Pero la historia no termina ahí. Cuando el hijo ya era un adolescente, decidió acompañar a su padre a trabajar en la época de la cosecha. De repente, le dolió tanto la cabeza que tuvieron que llevarlo a la casa. El jovencito murió. La mujer no dudó en buscar a Eliseo.
Eliseo fue a ese hogar y Dios le dio el poder para resucitar al muchacho. ¿Puedes creerlo? Ese muchacho nació por un milagro de Dios; Satanás quiso quitar la felicidad del hogar, pero de nuevo Dios se manifestó dando vida.
Hoy recuerda que solo en Jesús encontramos la vida, ¡y vida que permanece para siempre! Ser amigo de Jesús es recibir la vida eterna.