La bondad de Dios – I
“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría” (Sal. 90:12).
La bondad infinita de Dios se manifiesta aun en los actos más sencillos de la vida diaria. Cuando la rosa se marchita y cae, toda la naturaleza presencia el nacimiento de un nuevo capullo que abre sus pétalos.
Hace algún tiempo, este milagro de la vida tuvo lugar frente a mis ojos y me hizo comprender una vez más cuán grande es la bondad de Dios. El mismo día que mi nieta nació, mi madre fue ingresada a la sala de terapia intensiva. Mientras mis manos recibían los pétalos marchitos de un amor que se extinguía, mi alma era consolada con el cálido toque de una diminuta nueva vida que se acurrucaba entre mis brazos. Esa experiencia extraordinaria y singular me hizo comprender que la vida y la muerte no son enemigas; son cómplices perfectas que hacen que nuestra estancia en este planeta tenga sentido y valga la pena.
La vida es el espacio de tiempo en el que tenemos la oportunidad de construir y de llegar a la autorrealización personal. En ella encontramos la fuerza para lograr metas, trabajar en proyectos y llegar a ser mujeres productivas y felices. La vida nos provee el tiempo para desarrollarnos plenamente; para crecer por fuera y por dentro; y para madurar a la semejanza de nuestro Creador. La vida es la que nos da la energía para levantar la cabeza cada día y la que nos hace desear el reino de los cielos.
Por otro lado, la muerte no es el fin de todo; por el contrario, la muerte nos acerca un poco más a nuestro destino final, al hogar eterno que tanto anhelamos. El sueño de la muerte es solo un compás de espera hasta que toda la sinfonía del universo se despliegue y el Señor Dios eterno, Rey de reyes y Señor de señores, regrese en gloria y majestad a buscar a todos sus hijos.
Amiga, vive este día sabiamente, reconociendo que cada instante, cada respiración, cada latido de tu corazón es un regalo de Dios. Aprovéchalo trabajando y descansando, riendo y llorando, sembrando y cosechando, ayudando y dejándote ayudar, ganando y perdiendo… Todo tiene sentido cuando lo vives intensamente y por los motivos correctos. Inspírate en las palabras del sabio cuando dice:
“En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre” (Ecl. 3:1).