El legado de Eva
“La descripción bíblica de Eva es un recordatorio excelente de cuál debería ser la prioridad de una mujer cristiana”. John MacArthur
Eva. Cuántas cosas evoca este nombre de apenas tres letras… En líneas generales, no son cosas buenas. Con el paso de los siglos, la hemos reducido a ser la protagonista de la Caída (no de una caída cualquiera, sino de la Caída con mayúscula), la incitadora de Adán al pecado, la receptora de una breve pero dura maldición que nos afecta a las mujeres hasta el día de hoy. ¿Será que podemos encontrar algo bueno en su legado?
El nombre de la primera mujer solo se menciona directamente cuatro veces en las Escrituras. En el Antiguo Testamento leemos: “El hombre llamó Eva a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven” (Gén. 3:20); “el hombre se unió con su esposa Eva. Ella quedó embarazada y dio a luz a su hijo” (4:1). Y en el Nuevo Testamento, leemos: “La serpiente engañó con su astucia a Eva” (2 Cor. 11:3); y “Dios hizo primero a Adán y después a Eva” (1 Tim. 2:13). Un modo muy abreviado de presentar la historia de una vida, lo cual nos invita a centrarnos en los aspectos de mayor trascendencia.
Aunque sin mencionar su nombre, hay otros pasajes bíblicos que nos hablan de Eva indirectamente, y uno de ellos es el que quiero resaltar esta mañana. Lo encontramos en Génesis 4:26, y dice así: “Cuando Set creció, tuvo un hijo y lo llamó Enós. Fue en aquel tiempo que la gente por primera vez comenzó a adorar al Señor usando su nombre” (NTV). ¿Quién había transmitido el nombre del Señor y un conocimiento tal de él que motivó a la adoración? Obviamente, Adán y Eva.
La madre de todos los que viven se aseguró de que su conocimiento de Dios fuera pasado de generación en generación; un conocimiento que había adquirido de primera mano gracias, en gran medida, a su mayúscula caída, que le permitió ver la misericordia y el amor del Padre como nunca hubiera imaginado que fueran.
Eva aprendió la importancia de la fe, la obediencia y la adoración a Dios tras experimentar las consecuencias de su gravísimo error. Fruto de tan duro aprendizaje, decidió transmitir a sus descendientes el conocimiento del Señor. ¿Qué legado estás dejando tú a tus descendientes? ¿Le pones intención a lo que deseas que permanezca vivo en ellos gracias a lo que tú has aprendido de la vida? ¿Qué les transmites de las valiosas lecciones que te enseña cada error?
“Eva […], la madre de todos los que viven” (Gén. 3:20).