La disciplina
Yo, el Señor, afirmo: No temas, pueblo de Jacob, siervo mío; no tengas miedo, Israel, pues a ti y a tus hijos los librare de ese país lejano donde están desterrados. Volverás a vivir en paz, tranquilo, sin que nadie te asuste. Jeremías 30:10, DHH.
La disciplina paternal tiene tres fases: disciplina preventiva, en que el padre le advierte a su hijo lo que le podría ocurrir si desobedece; disciplina correctiva, que incluye consecuencias naturales o consecuencias aplicadas; disciplina redentora, en que los hijos tienen la opción de pedir perdón por la falta cometida y los padres tienen la responsabilidad de concederlo. Dios, el Padre perfecto, practicó estas tres fases de disciplina. Le advirtió a su pueblo en muchas ocasiones lo que les ocurriría si lo desobedecían, cumplió su advertencia, y Judá fue llevado cautivo.
Durante la disciplina correctiva, Jeremías describió el dolor de los judíos en tierra extraña como un hombre dando a luz: “Mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros” (Jer. 30:6). El dolor de parto está entre los dolores más intensos conocidos. Puede sobrepasar por mucho el dolor de romperse un hueso. La figura de un hombre con dolores de parto expresa la intensa angustia que el pueblo desobediente experimentó en los días del cautiverio.
Dios no abandonó a su pueblo en el tiempo de prueba, estaba listo para ofrecer disciplina redentora: “Yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo. […] Mas yo haré venir sanidad sobre ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová” (Jer. 30:11, 17). “Así fue consolada la iglesia de Dios en una de las horas más sombrías de su largo conflicto contra las fuerzas del mal. Satanás parecía haber triunfado en sus esfuerzos por destruir a Israel; pero el Señor predominaba sobre los acontecimientos del momento, y durante los años que iban a seguir, su pueblo tendría oportunidad de redimir lo pasado. […] El Señor iba a ser reconocido como príncipe sobre ‘todas las familias de Israel’ ” (PR, p. 348).
¡Padre Eterno, gracias por ofrecernos prevención, disciplina y redención!