Bueno es llevar el yugo
“Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud” (Lam. 3:27, RVR 95).
Quizá el nombre Matilde Montoya Lafragua te diga poco; incluso, tal vez, no te diga nada. Sin embargo, detrás de este nombre hay una extraordinaria historia de tenacidad, esfuerzo y lucha. La perseverancia de esta mujer le permitió convertirse en la primera médica de México. Para lograrlo, debió hacer frente a una sociedad en la que el ámbito de la medicina era exclusividad de los hombres. A pesar de esto, se atrevió a escribir una carta a Porfirio Díaz, en aquel entonces presidente del país. Él se sintió conmovido y la ayudó a ingresar a la facultad de Medicina de Puebla, donde culminó con su examen final el 24 de agosto de 1887, que aprobó por unanimidad de los examinadores.
La de Matilde es una inspiradora historia para toda mujer de hoy; pero es más que eso, es un ejemplo de vida. Tu historia también puede ser un ejemplo de vida para las futuras generaciones.
Brillar como Ester, Josué, José y tantos otros jóvenes cuyas experiencias narra la Biblia. Se sobrepusieron a circunstancias tan adversas como la falta de libertad, falsas acusaciones o incluso el peligro de muerte, para alcanzar la misión que Dios trazó para su vida. Sus herramientas fueron dos: confianza en Dios y fuerza de voluntad. Con esos dos pilares, pudieron llevar su yugo.
A ti, que inicias el camino de tu vida, quiero decirte que Dios te creó para lo grande y para lo bueno. No desperdicies los años haciendo “nada” y quejándote “mucho”. La inconsistencia respecto a tus planes retrasa tus momentos de gloria. Sin errores no hay aciertos; atrévete a ir más allá de tus circunstancias y mírate más allá de tus limitaciones.
El Dios que ama a los jóvenes te dice: “Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo así como estuve con Moisés, sin dejarte ni abandonarte jamás” (Jos. 1:5).