Una canción de liberación del miedo
Confiamos en ti, Dios nuestro, y no tenemos miedo, porque tú eres nuestro salvador, nuestro refugio y nuestra fuerza. Isaías 12:2, TLA.
Este corto canto de acción de gracias es muy apropiado inmediatamente después que se presenta al Mesías liberando a los justos de manos de los opresores. Los seis versículos que componen Isaías 12 se presentan como un paréntesis para alabar a Dios entre la profecía de la Tierra Nueva del capítulo anterior y la descripción de la destrucción de Babilonia del capítulo siguiente. El canto es una forma no solo de confrontar sino de liberarnos del temor.
“Debiéramos alabar a Dios por la bendita esperanza que nos ofrece en el gran plan de la redención; debiéramos alabarle por la herencia celestial y por sus ricas promesas; alabarle porque Jesús vive para interceder por nosotros. […] Todos los habitantes del cielo se unen para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes” (PP, p. 294).
Cada persona puede vencer los miedos basándose en textos bíblicos: examinar el miedo, exponerlo y batallar contra él o confrontarlo. Una de las formas más efectivas para batallar contra los temores es la alabanza y la gratitud: “Si entre el pueblo de Dios hubiera más alabanza, habría menos desánimo y crítica. El que no recuerda los admirables actos de misericordia del cielo, es quien con mayor probabilidad olvida a Dios. […] Los actos de misericordia que Dios realiza en favor de sus hijos son incontables. ¿Por qué, pues, no recordarlos y cantar alabanzas al Señor por sus magníficas mercedes? El canto disipa el desánimo y el temor, rechaza la tentación y fortalece el alma contra los ardides del diablo” (4CBA, p. 202). Si dejamos de alabar y agradecer, nos olvidamos de Dios y de reverenciarlo. Entonces el enemigo vendrá a nuestra vida trayendo consigo su más malévola arma: el miedo.
“Jesucristo. Dale la bienvenida e invita a su amorosa presencia. Tu mente puede ser renovada día tras día, y es tu privilegio aceptar la paz y el descanso, elevarte por sobre las preocupaciones, y alabar a Dios por tus bendiciones. No levantes barreras con cosas objetables para mantener a Jesús lejos de tu alma. Cambia tu voz; no te quejes; expresa tu gratitud por el gran amor de Cristo que se te ha mostrado y se te sigue ofreciendo” (1MCP, p. 67).