Tener una autoestima sana
“Tener una sana autoestima es la base de nuestra salud psicológica”. Carlos Fayard
Tener una autoestima sana es importante para las mujeres cristianas, porque es una de las bases para gozar de buena salud psicológica. Enfrentar las dificultades de la vida y las pruebas del entorno con fuerza mental y fe inquebrantable en Dios; aceptarnos como somos y sentir que tenemos derecho a vivir nuestra vida como cristianas dignas de respeto; creer que somos perdonadas por Dios cuando nos equivocamos; ser capaces de ir a pedir perdón a una persona a la que le hemos hecho daño; relacionarnos de manera positiva y constructiva con los demás; todas estas cosas dependen enormemente de que tengamos un concepto sano y equilibrado de nosotras mismas.
En Un corazón tranquilo,106 el Dr. Carlos Fayard, psicólogo adventista con más de treinta años de experiencia, comenta que “al enfocarse en los errores propios, percibiéndolos como irremediablemente negativos y de consecuencias severas, la persona con baja autoestima se flagela constantemente. Puesto que se considera inferior, toma decisiones que no le favorecen: acepta relaciones tóxicas porque piensa que los demás lo rechazarían por ser tan defectuoso; no se arriesga laboralmente porque considera que está al borde de ser descubierto como incompetente; no apunta alto en su desarrollo intelectual o profesional porque siente que no tiene la capacidad necesaria; suele recurrir a métodos de afrontamiento negativos, como las adicciones”. Estoy segura de que Dios no quiere nada de esto para nosotras.
Tal vez te preguntes en qué radica exactamente tener una buena autoestima. El Dr. Fayard responde: “En términos generales, una persona con buena autoestima tiene fe en Dios, en la vida, y en que puede alcanzar metas realistas. Dedica más tiempo a lo que se le da bien que a lo que se le da mal. Acepta los errores como parte del proceso de aprendizaje. No se rinde ante la adversidad. No se considera superior ni inferior a nadie, y es capaz de reconocer los talentos ajenos sin sentirse menos por eso. No se siente culpable por obrar según su propio criterio, aun cuando los demás piensen diferente. Es flexible en sus posicionamientos, capaz de cambiar de opinión cuando alguien o algo le demuestra que estaba equivocado. Cuando ve que se están pisoteando sus derechos, los defiende con ecuanimidad. Pide ayuda si la necesita. Es sensible a los sentimientos de los demás y se relaciona de manera positiva”. Qué maravillosa manera de ser.
Querido Dios, ayúdanos hoy y cada día a tener un concepto sano y equilibrado de nosotras mismas, que nos permita tener buenas relaciones humanas y una dependencia total de ti. Amén.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:39).
106 Carlos Fayard, Un corazón tranquilo, (Doral, Florida: IADPA, 2021), pp. 79, 80.