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Es mejor confesar e iniciar el tratamiento
“Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9).
Esa mañana, Juana descubrió que había en su brazo derecho una mancha blanca. Ella sabía lo que eso significaba: debía presentarse de inmediato ante el sacerdote, pero decidió esperar un poco. Pensó que quizás se trataba de otra enfermedad y podía permanecer en casa con sus hijos y su esposo, a quienes tanto amaba. Los días pasaron y las manchas fueron apareciendo en diversas partes de su cuerpo, hasta que fue imposible esconderlo por más tiempo. Era lepra y su destino era alejarse de su familia. ¡Cuánto dolor causó en el corazón de Juana el despedirse de sus pequeños a quienes no vio nunca más!
En la Biblia se encuentran historias de hombres leprosos y me atrevo a pensar que también existieron mujeres leprosas. Por eso, he relatado la historia de Juana, un personaje que nació en mi imaginación. En aquel tiempo, la lepra no tenía cura y era la peor maldición que un ser humano podía padecer. Surgía lentamente y no podía ocultarse por mucho tiempo, ya que las manchas se convertían en llagas que ulceraban, desde adentro, el tejido nervioso y daban al afectado un aspecto repugnante y un olor desagradable.
Este día ha sido nombrado por la ONU como el día mundial contra la lepra. Aunque parezca insólito, en la actualidad, hay lugares en el mundo, sobre todo aquellos con extrema pobreza, en los que la enfermedad aún persiste. La buena noticia es que los científicos han descubierto la cura para la temible enfermedad y el tratamiento se otorga de manera gratuita.
La lepra es comparada con el pecado en la vida de un ser humano. Se presenta como una mancha blanca en la mente del pecador y este piensa que puede esconderla. Poco a poco, ese pensamiento pecaminoso va creciendo hasta convertirse en una acción que trae como consecuencia la desintegración familiar y la pérdida de valores. El pecado no nace de la noche a la mañana, es un proceso en el cual el pecador va cediendo su voluntad al enemigo hasta que el pecado duele, lastima y apesta. La buena noticia hoy es que, al presentamos ante nuestro Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, se nos proporciona la cura y de manera gratuita.
Querida amiga, no importa cuán podrida esté la llaga que ha causado el pecado en tu vida, hoy es un buen día para iniciar el tratamiento con Jesús. Es efectivo. La sangre de Cristo no falla.