Dios pelea por ti
Y dijo: “Pongan atención, habitantes de Judá y de Jerusalén, y tú, rey Josafat. El Señor les dice: ‘No tengan miedo ni se asusten ante ese gran ejército, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios’ ”. 2 Crónicas 20:15, DHH.
La multitud enemiga era incontable: amonitas, moabitas y sirios hicieron un complot contra Josafat y su reino. “De pie en el atrio del templo frente al pueblo, Josafat derramó su alma en oración, invocó las promesas de Dios y confesó la incapacidad de Israel. […] ‘Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos’ ” (PR, p. 147).
“Josafat decía en realidad: ‘Somos completamente incapaces y estamos a merced de nuestros enemigos a menos que tú vengas en nuestra ayuda; no sabemos hacia dónde volvernos en procura de socorro, pero nos volvemos a ti” (3CBA, pp. 266, 267). Acércate a Dios en tus momentos de angustia o miedo, él nunca te defraudará. “Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla. […] Cuando los ángeles todopoderosos, revestidos de la armadura del cielo, acuden en auxilio del alma perseguida y desfalleciente, Satanás y su hueste retroceden, sabiendo perfectamente que han perdido la batalla” (1TI, p. 309).
Josafat clamaba por justicia y protección; estaban siendo atacados y eran incapaces de defenderse ante la abrumadora cantidad de atacantes. Cuán importante es acudir al templo y elevar nuestras plegarias. No es que Dios no nos oye en otros lugares, pero hay un encuentro especial del alma con Dios en el lugar dedicado a su nombre.
Inmediatamente después de que Josafat oró en el templo, apareció un profeta que no es mencionado en ninguna otra parte de la Biblia, Jahaziel, y trajo el mensaje del texto de hoy. La oración había sido escuchada. Se necesitan líderes como Josafat, que, aunque yerren, reconozcan su pecado, se arrepientan e insten a la oración, la consagración, el ayuno y la confianza en Dios.
“Debemos recordar que los seres humanos son sujetos a errar, y que aquel que tiene todo el poder es nuestra fuerte torre de defensa. En toda emergencia, debemos reconocer que la batalla es suya. Sus recursos son ilimitados, y las imposibilidades aparentes harán tanto mayor la victoria” (PR, p. 150).
Dios peleará por ti, y Dios siempre triunfa. Convierte hoy tus guerras personales en guerras de Dios.