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«Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos
a cada oración que se eleve en este lugar» (2 Crónicas 7:15).
Imagina que eres convocada para asistir a una conferencia con los reyes de España. Tú y otras decenas de mujeres han recibido la invitación para llevar sus peticiones o agradecimientos, sus preocupaciones o necesidades, y expresarlas a los monarcas, según sea el caso. El día tan esperado llega y te sientan junto a las demás invitadas en la gran sala real. El murmullo de la emoción se deja oír junto a suspiros de nerviosismo. Entonces, los reyes aparecen con sus trajes reales imponentes y el rey pregunta:
–¿Quién quiere tomar la palabra?
Todas las manos se levantan a la vez, inclusive la tuya, pues todas quieren ser escuchadas.
Después de esta ilustración me pregunto: ¿Por qué nadie, o casi nadie quiere tomar la palabra cuando se invita a orar? No sé si te has dado cuenta, pero cuando oramos estamos en la misma presencia del Rey del universo, quien está dispuesto a escuchar con atención tu pedido o gratitud. Sin embargo, pocas manos surgen cuando se trata de orar en público. Orar es nuestro privilegio, es un regalo que el Cielo ha provisto para estar en comunión con Dios. Entonces, ¿por qué lo valoramos tan poco? Me atrevo a pensar que en muchas ocasiones Jesús tiene que canalizar las bendiciones que eran nuestras a otras personas, porque sencillamente nunca las reclamamos por medio de la oración.
El texto de hoy es una promesa inamovible. El Señor afirma que estará atento a nuestras oraciones. La escritora Elena de White reafirma: «Presenta ante Dios tus necesidades, gozos, tristezas, preocupaciones y temores. No puedes agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de tu cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos».
Es una maravillosa noticia saber que nuestras oraciones son oídas continuamente en el santuario celestial. Es un buen día para examinar nuestra vida de oración. Es posible que hasta hoy hayamos orado superficialmente, por escasos minutos, porque la vida es una loca carrera contra el tiempo. Recuerda que en todo lugar y en todo tiempo puedes elevar tu mente en conexión con el Todopoderoso y él estará atento para escucharte. Hagamos de nuestra experiencia terrenal, vidas de oración genuina. Te sorprenderás de los resultados.

