Matutina para Mujeres | Sábado 09 de Diciembre de 2023 | Principios laborales

Principios laborales

Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Colosenses 3:22.

Pablo escribió a los colosenses para establecer los principios que deben gobernar las relaciones familiares, laborales y eclesiásticas. La sociedad, la iglesia y la familia serían grandemente beneficiadas si conviviéramos bajo esas normas. “Los capítulos primero y segundo de Colosenses me han sido presentados como una expresión de lo que deben ser nuestras iglesias en todas partes del mundo” (7CBA, pp. 917, 918).

Algunos creen que Pablo escribió ese pasaje para referirse solo a Onésimo, el esclavo que se había convertido al cristianismo (Col. 4:9) y había tenido un conflicto severo con su jefe Filemón, dueño de esclavos y miembro de la iglesia colosense (File. 1:10-18). También es aplicable a la relación jefe-empleado en el contexto moderno. La obediencia a tus superiores solo termina cuando compromete tu fidelidad a Dios, es voluntaria y está delimitada por tu temor a Dios. Si eres la jefa o empleadora, facilita la obediencia voluntaria; recuerda que tú misma estás bajo la supervisión divina, y cualquier injusticia que cometas con tus trabajadores será juzgada por el Jefe supremo.

La expresión “no sirviendo al ojo” significa no basar nuestro servicio en las apariencias. Hay quienes son fieles, honradas y eficientes solo cuando están siendo vigiladas o cuando tienen intereses personales. Pablo denunció esa hipocresía. La trabajadora cristiana tiene una razón más sublime y eterna para ser un modelo en su ambiente laboral: su temor a Dios. Cuando trabajas, no lo haces para un patrón visible y temporal, sino para agradar a Dios, tu verdadero jefe, a quien tendrás que rendir cuentas. Dios recompensará a quien haga su trabajo en forma responsable y eficaz.

El temor a Dios alcanza incluso las relaciones interpersonales. La razón por la cual el enemigo se ha encargado de que no haya temor de Dios en los corazones, es para llenarlos de envidias, rencores, resentimientos y venganzas. La armonía se está esfumando de la sociedad, la familia y la iglesia.

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