Dos reacciones
Él dijo: Daniel no tengas miedo. Dios escuchó tu oración desde el primer día en que decidiste entender las cosas difíciles y humillarte con ayuno. Por eso estoy aquí. Daniel 10:12, PDT.
La última visión de Daniel fue después de tres semanas de ayuno y oración. Dios le mostró el conflicto entre el bien y el mal. Su pedido fue escuchado, pero la respuesta no llegaba porque el ángel Gabriel estaba ocupado contrarrestando la influencia maligna en las decisiones de los gobernantes medo-persas. Finalmente, las fuerzas del bien prevalecieron. He aquí cuatro hermosas certezas: (1) Dios escucha tu oración y tiene la respuesta en su mano; (2) el enemigo intenta obstaculizarla, pero la respuesta llega en el momento perfecto; (3) el Cielo empeña su poder para librarte de la influencia maligna; (4) estamos en una batalla sin terreno neutral, elige de qué lado estás. “Los instrumentos celestiales tienen que luchar con obstáculos antes de que a su tiempo se cumpla el propósito de Dios. […] Los ángeles buenos y malos tienen una parte en los planes de Dios para su reino terrenal. El propósito de Dios es llevar adelante su obra dentro de pautas correctas, mediante formas que redunden para su gloria. Pero Satanás siempre procura contrarrestar el propósito de Dios” (4CBA, p. 1194).
No sabemos quiénes eran los acompañantes de Daniel en el momento de la visión, pero nota la diferencia entre ambas reacciones: “Solo yo pude ver la visión, pues los hombres que estaban conmigo no se dieron cuenta de nada, porque el miedo se apoderó de ellos y corrieron a esconderse” (Dan. 10:7, DHH). Son dos reacciones diferentes ante la presencia divina: Daniel cayó sobre su rostro en posición de adoración y reverencia, mientras que los compañeros “corrieron a esconderse”. ¿Cuál es tu reacción frente a la Divinidad, correr y esconderte o caer rendida en adoración y reverencia?
La reverencia de Daniel fue aceptada como ofrenda y el ángel lo llamó “muy amado”. Eres muy amada cuando muestras reverencia ante la presencia de Dios. “Era la misma presencia de la santidad divina la que hiciera caer al profeta Daniel como muerto delante del ángel de Dios. […] La humanidad, con su debilidad y pecado, se hallaba en contraste con la perfección de la divinidad, y él se sentía completamente deficiente y falto de santidad” (DTG, p. 213).
Daniel estaba aterrorizado y el ángel lo animó y fortaleció. Dios hace lo mismo por ti: animarte y fortalecerte.