
«Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: ‘¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron!
Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret» (Juan 1:45).
¿Dónde podría estar? La noticia que Felipe tenía que comunicarle a su amigo no podía hacerse esperar. Súbitamente, recordó aquella higuera bajo cuya sombra fresca ambos se sentaban a escudriñar las Escrituras y a orar, mientras las grandes hojas los ocultaban de las miradas de los curiosos. ¡Claro! Ahí tenía que estar. Corrió hacia la higuera y su intuición resultó certera. Natanael estaba ahí mismo, meditando en el sermón que Juan el Bautista había pronunciado acerca del Mesías, y pidiendo una señal a Dios para creer que ese
artesano, de aspecto pobre, era en verdad el Mesías que esperaba. La respuesta a su oración no tuvo demora.
Felipe llegó en seguida y le dijo: «Hemos encontrado al hombre de quien siempre hemos estudiado; es Jesús el hijo de José, de Nazaret». La reacción de Natanael será nuestro estudio de mañana. Ante la respuesta de Natanael, Felipe no entabla un debate, no trata de convencerlo con sus propias palabras, no le cuenta lo que él mismo ha experimentado, no le echa en cara que de nada sirve todo el estudio que han tenido en días pasados. En lugar de toda esa liturgia innecesaria de palabrerías, Felipe expone un sermón de dos segundos: «Ven y ve».
«Ven y ve», es la única e infalible clave para que otros crean en Jesús. Él mismo había dicho las mismas palabras el día anterior a dos hombres que querían saber más sobre él (Juan 1:39). Aquel día, Felipe fue inspirado por el Espíritu Santo para hacer un llamado breve, pero contundente, a Natanael. Esta es la obra que hemos sido llamados a realizar. Cantar, predicar desde el púlpito, entre otras actividades, son parte fundamental de la misión; no obstante, nada sustituye el hecho de ir y hacer una labor personal cara a cara.
La invitación a ir y ver por sí mismos, brinda a nuestros amigos y familiares la oportunidad de tener un encuentro personal con Jesús. «Hay quienes durante toda la vida han profesado conocer a Cristo, y sin embargo no han hecho nunca un esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador». La buena noticia es que todavía hay tiempo para ir a buscar a aquellos que sinceramente están buscando al Mesías, y que aún no lo han encontrado.

