Matutina para Mujeres | Sábado 15 de noviembre de 2025 | Problemas en el grupo

Matutina para Mujeres | Sábado 15 de noviembre de 2025 | Problemas en el grupo

Matutina para Mujeres

«Cuando los otros diez discípulos oyeron lo que Santiago y Juan habían pedido, se indignaron» (Mateo 20:24).

Vivir en armonía y comunión permanente es el ideal de una sociedad. Lamentablemente, los diversos caracteres y formas de pensamiento crean barreras y accidentes sociales. Con frecuencia, vemos hermanos carnales y hermanos en Cristo enfrentando conflictos interminables. En el grupo que Jesús eligió para instruir, los choques emocionales no fueron la excepción. La madre de Jacobo y Juan (Lucas 5:15) había hecho un pedido ambicioso a Jesús con respecto a sus hijos (mañana hablaremos acerca de ella).

Al escuchar los otros discípulos que aquellos dos querían sacar ventaja sobre ellos en el reino de Jesús (reino que habían malinterpretado), dice la Escritura que se enojaron contra los dos hermanos. ¿Cuál era la fuente

de su enojo? Claramente, creían en la liberación de la opresión de los romanos y estaban seguros que Jesús sería rey aquí en la tierra. El hecho de que sus ilusiones estuvieran basadas en asuntos terrenales, los hacía suceptibles a problemas grupales. Constantemente estaban discutiendo acerca de quién de ellos sería el mayor y así demostraban que no estaban preparados para el Reino de los Cielos.

Cuando en las congregaciones religiosas se pierde de vista el objetivo por el cual nos reunimos y perseveramos, las personas comienzan a ir detrás de puestos altos y a frustrarse cuando no les son

otorgados. Tenemos un concepto errado respecto a «quién es el mayor». Jacobo y Juan no querían estar cerca de Jesús (uno a la derecha y el otro a la izquierda) porque quisieran tener el honor más alto de servir, sino

que su pedido estaba basado en la ambición por tener un puesto importante en el reino de su Maestro.

Cuando comprendamos que, independientemente del cargo que ocupemos, todos somos iguales a los ojos de Jesús, entonces viviremos en armonía. Entonces el enemigo no tendrá lugar en nuestras iglesias ni en nuestros corazones. Entonces sabremos que la guerra no es entre hermanos carnales ni fraternales; no es contra gente de carne y hueso sino contra huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12). A ellos venció Jesús en la cruz del Calvario (Colosenses 2:15). La buena noticia es que el Señor puede hacernos vivir en armonía si se lo permitimos. No hay bendición cuando peleamos entre hermanos y ese es el objetivo del enemigo. Vivamos en unidad como practicando para el Cielo.

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