Matutina para Mujeres | Sábado 27 de septiembre de 2025 | No hay ley contra la templanza

Matutina para Mujeres | Sábado 27 de septiembre de 2025 | No hay ley contra la templanza

Matutina para Mujeres

«Mejor es ser paciente que poderoso;

más vale tener control propio que conquistar una ciudad» (Proverbios 16:32).

La temperancia y la mansedumbre van de la mano, ya que si buscamos un antónimo de mansedumbre, ese puede ser «intemperancia». Y, si buscamos el significado de intemperancia, nos dice que es falta de templanza o moderación. Deducimos que la templanza es la temperancia. Muy predicada a través de los ocho remedios naturales, pero poco comprendida y puesta en práctica. La temperancia no aplica únicamente a las leyes de la salud, aunque tiene un terreno amplio en esa área. Para ser justos, si no somos capaces de aplicar la temperancia en nuestro apetito, tampoco lo seremos para vencer ninguna otra tentación. Si no somos capaces de vencer el deseo de comer entre comidas, ¿cómo podremos vencer el pecado?

Al respecto, Elena de White menciona: «La verdadera religión y las leyes de la salud van de la mano. Es imposible trabajar por la salvación de los hombres y mujeres sin presentarles la necesidad de romper con sus pecaminosas complacencias, las cuales destruyen la salud, rebajan el ser e impiden que la verdad divina impresione la mente».

El texto de hoy afirma que es mejor tener la fuerza para dominar nuestros deseos a tener la fuerza física para dominar un ejército. Para entender esta relación, necesitamos aceptar que los alimentos que ingerimos y que entran al sistema circulatorio, digestivo, nervioso y muscular, entre otros, son los que dan dirección a nuestras decisiones. Para que la templanza pueda ser aplicada en nuestra vida, es necesario que el Espíritu Santo tenga un espacio limpio en nuestra mente para actuar. Entonces, seremos sabios para decidir qué comer, cuánto comer, cuántos vasos de agua beber, cómo responder, a qué hora ir a dormir, cuántas horas trabajar y, sobre todo, para darle a Dios el primer lugar siempre. De otro modo, nuestras vidas

desequilibradas deshonran el nombre de Dios y pisotean la fe que profesamos creer.

La templanza es, en resumen, una vida de equilibrio en armonía con la voluntad de Dios. En la mente divina nunca nacerá el deseo de hacernos daño. Por lo tanto, por medio de la templanza, seremos mensajeros andantes, testimonios vivientes, capaces de llevar a cuestas el verdadero evangelio que atraiga a los demás a los pies de Jesús.

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