«Entonces Saúl se disfrazó con ropa común en lugar de ponerse las vestiduras reales y fue a la casa de la mujer por la noche, acompañado de dos de sus hombres. ‘Tengo que hablar con un hombre que ha muerto’, le dijo. ‘¿Puedes invocar a su espíritu para mí?’ » (1 Samuel 28:8).
–Mami, ¿qué son los horóscopos? –le pregunté a mi madre una tarde, mientras jugábamos matatena en el corredor de loza roja de la casa. Nunca olvidaré su respuesta:
–Cuando yo era joven –inició–, me gustaba mucho leer esas cosas, creía en esas cosas, pero un día descubrí que son puras mentiras y que en lo único que debo confiar es en Dios y su Palabra. Espero que nunca te sientas tentada a leer y confiar tu futuro a los horóscopos –concluyó. Luego, me ganó en el juego.
Sus palabras hicieron gran impacto en mi vida y, aun cuando aparentemente quedé sin su guía, no tuve ni sentí la necesidad de buscar orientación con respecto a mi futuro en ningún recurso humano. Sin embargo, no podemos pasar por alto que es una realidad indiscutible el hecho de que las personas viven con la constante necesidad de saber lo que les depara el futuro. Desde el más humilde, que hace lo imposible por reunir la cantidad solicitada, hasta el más encumbrado que pasa la tarjeta de crédito, muchos se ponen en manos de quienes prometen y aseguran revelar con exactitud su futuro. Y es que, en asuntos de política, reinados, gobiernos, dinero, salud y amor, son miles los que con desesperación buscan algo de luz para su futuro incierto.
¿Hay algo sobre tu futuro que te preocupa? Por incierto que este parezca, no resuelvas darle una oportunidad a las ciencias ocultistas o esotéricas. No existe mejor lámpara en tu sendero oscuro que la luz que emana de la Palabra de Dios.
El rey Saúl prohibió entre el pueblo de Israel las prácticas de hechicerías y adivinaciones. Sin embargo, cuando por sus actos errados Dios se apartó de él, tomó la decisión de consultar a la adivina de Endor, quien después de todo no era tan adivina, pues no pudo reconocer desde un principio a la persona del rey. Sabemos que el enemigo de Dios siempre buscará formas atractivas de enredar a los hijos de Dios.
Amiga, la buena noticia es que nuestro futuro está solamente asegurado en las manos de nuestro Creador y
Redentor. Yo me siento segura ¿y tú?