Sábado 08 de Octubre de 2022 | Matutina para Mujeres | Raíces amargas

Raíces amargas

“Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos” (Heb. 12:15, NTV).

No sé cómo ni cuándo comenzó, pero confieso que desde hace unos años, antes de salir de casa, debo hacer una revisión importante: asegurarme de no tener pelos en la barbilla. Tengo un espejo de aumento, que pongo en el alféizar de la ventana, para aprovechar la luz natural. Y con una pincita me dedico, religiosamente, a desarraigar a los invasores, como si fueran malezas de un jardín. Si por alguna razón descubro, a mitad del día, que tengo un pelito que me está creciendo en la barbilla, ¡no puedo dejar de tocarlo! No consigo parar de frotar las yemas de mis pulgares contra su áspero borde. No puedo esperar hasta llegar a mi casa para eliminarlo inmediatamente. Más allá de desafiar las convenciones sociales, o de incomodarnos a nivel estético, los vellos de la barbilla son absolutamente inofensivos. Sin embargo, muchas mujeres compartimos este sentimiento de vergüenza y urgencia por eliminarlos. Cierta mañana, mientras escudriñaba mi barbilla frente al espejo, se me ocurrió que debería prestar igual o mayor atención a desarraigar los rencores de mi corazón.

El rencor es una raíz venenosa que contamina el alma de amargura. Sin embargo, a veces no solo le permitimos crecer, sino hasta la regamos. ¿Por qué? Porque hay una parte en el proceso de perdonar que nos genera dolor. Perdonar implica arrancar, desarraigar completamente nuestro “derecho” a tomar represalias.

Significa prescribir la deuda y romper el pagaré en pedacitos. ¡Es un borrón y cuenta nueva! Esto nos duele porque tememos que justifique lo sucedido, pero no es así. El pastor y teólogo Sam Storms, en “Forgiveness” (un artículo que compartió en su sitio web personal), comenta: “El perdón no significa que debes ignorar que alguien te lastimó. […] Perdonar no significa que debes cerrar tus ojos ante una atrocidad moral y pretender que algo no te hirió, o que realmente no importa si la persona infractora es llamada a rendir cuentas por su delito o no. […] El perdón simplemente significa que tú decides, en tu corazón, dejar que Dios sea el vengador. Él es el juez, no tú”. Perdonar no es justificar lo sucedido; tampoco es pretender que no ocurrió. Es confiar que Dios juzgará correctamente.

Señor, cuando soy reacia a perdonar, haz que el borde áspero de la raíz del rencor me incomode, que me pinche tanto como un pelito que me crece en la barbilla. Te pido que la incomodidad sea tal que me fuerce a orar, una y otra vez, hasta que tú desarraigues por completo toda raíz de amargura de mi corazón.

Comparte este devocional
Deja tu comentario

1 comentario
  • Amen, no e s fácil Dios, pero que el poder transformador de tu persona, trabaje en mi, y los frutos de tu espíritu santo, obren y vivan en mi perdona. Que cada momento en mi vivir, me permita conocerte cada día más. Amén