
La vinculación matrimonial
“Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien” (Heb. 10:24).
La fragilidad matrimonial es una constante en la sociedad actual; existe aún la disponibilidad de muchos a contraer matrimonio, no así la determinación de permanecer casados. Es lamentable que un hombre y una mujer que se casan porque se aman, vean cómo este amor se vuelve frágil y se va extinguiendo, como si no existiera la posibilidad de mantenerlo fresco y gratificante a través de los años. ¡Claro que existe esa posibilidad! Pero para ir a buscarla, hay que querer antes, por convicción y por principios, mantenerse al lado de aquel a quien prometimos amar y honrar hasta que la muerte nos separe.
El factor determinante, en muchos casos, para la disolución del contrato matrimonial es la pobre o nula vinculación afectiva que ha ido quedando con el paso de los años. Es tarea y responsabilidad de ambos cónyuges en los diferentes estadios de la vida en pareja intentar mantener viva esa vinculación por medio de la buena comunicación.
Para que el vínculo afectivo se construya de una manera sólida hacen falta, además de por supuesto el amor, también la paciencia y la tolerancia con la personalidad y las necesidades del otro. Parafraseando lo que dice Hebreos 10:24, los cónyuges deben preocuparse por el otro y provocarse al amor y a las buenas obras.
Traducido a acciones concretas, todo esto que venimos diciendo se puede resumir en los siguientes consejos:
- Presta atención a tu cónyuge en todas circunstancias.
- Prodígale caricias físicas y emocionales constantemente.
- Disfruta de la compañía de tu cónyuge.
- Manifiesta con palabras y hechos admiración y respeto hacia él.
- En tu trato cotidiano, recuérdale que es creación de Dios.
- Acepta los sentimientos del otro y trata de descubrir qué los subyace. Expresa gratitud por lo recibido del otro.
Tengamos presente que “el amor es una planta de crecimiento celestial, y tiene que ser cultivado y alimentado. Los corazones afectuosos y las palabras veraces y bondadosas harán felices a las familias y ejercerán una influencia elevadora sobre todos los que lleguen a estar en su esfera de influencia” (El hogar cristiano, p. 39).