Preocupación y desesperanza
“¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y Salvador!” (Sal. 42:11).
La preocupación amenaza a nuestra salud debido a que no sabemos manejar la incertidumbre propia de la vida. El hecho de no conocer el mañana y lo que pasará suele generar temor, pues nos lleva a pensar que no seremos capaces de resolver los problemas que vendrán, aunque muchos de ellos son solo imaginarios. Con el tiempo, las personas se preocupan por estar preocupadas, y entran en un círculo vicioso difícil de resolver.
Por otro lado, la desesperanza llega cuando se cree que todo está perdido. Hay un vacío existencial imposible de llenar a pesar de que hagamos muchos intentos; no hay proyectos, motivaciones ni una actitud proactiva ante los desafíos cotidianos. Esta sensación de pérdida total genera vulnerabilidad y encuentra en el sufrimiento la única puerta de escape.
Ana estaba preocupada y desesperanzada, pues no podía tener un hijo, y la otra mujer de su marido la hostigaba día y noche. La Biblia relata que Ana lloraba y no comía; su cuadro depresivo era evidente. Elcana, su esposo, la persuadía de que llenara su vacío existencial, diciéndole: “¿No te soy yo mejor que diez hijos?” (1 Sam. 1:8, RVR 95). Sin embargo, esta historia tuvo un final feliz, porque ella dejó de mirar su miseria y volvió con fe su mirada a Dios, y él actúo en su favor.
Muchas mujeres hoy sufren el síndrome de la desesperanza y se abaten en un sufrimiento sin fin, llegando al agotamiento, y se sienten casi siempre al borde del colapso. A veces es imposible estar exentas de situaciones que oprimen nuestro corazón y nos hacen perder la fe y la esperanza. La gran bendición es que tenemos a Dios quien, siempre que nos ve caídas, extiende su mano amorosa y nos levanta.
Si hoy te sientes triste, desesperanzada y preocupada, solo déjate caer sin reservas a los pies del Jesús y él encenderá tu luz para que veas el camino y encuentres el sentido vital de tu existencia, que se sostiene en la más bella realidad: Dios es nuestro creador, sustentador, redentor y salvador. ¿Por qué vas a desanimarte? ¿Por qué vas a estar preocupada? Si tu esperanza has puesto en Dios, a quien todavía seguirás alabando; si él es tu Dios y Salvador, simplemente alaba, es el momento de hacerlo.