El amor en acción
“Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve” (1 Cor. 13:3).
“Mediante el amor, la persona que ama posibilita al amado la actualización de sus potencialidades”, señaló Viktor Frankl. Si pensamos en las personas que amamos, con certeza aparece en nuestra mente la imagen de nuestros hijos, nuestro esposo, nuestros padres y todos aquellos con quienes tenemos un estrecho vínculo afectivo. Es seguro también decir que les deseamos lo mejor en todos los aspectos de la vida. Por supuesto, tener este deseo es lógico y legítimo, pero más allá de esto es bueno recordar que podemos hacer mucho por ellos para que logren el bienestar que les deseamos. El amor que les profesamos es la mejor herramienta para hacer que nuestros amados actualicen y potencialicen su sentido de valor personal y su capacidad de realización, dos aspectos básicos para una personalidad sana y que nos fueron arrebatados por el pecado.
Las esposas que aman ven en sus cónyuges seres creados a la imagen de Dios, y se lo recuerdan constantemente a través del trato cotidiano, con palabras y con hechos. No pasan los errores por alto, pero recuerdan que ellas también los cometen. Saben que ese hombre es su compañero en el camino y que, en ocasiones, ese camino puede volverse árido y frío.
Renovar el amor y usarlo como herramienta para promover el crecimiento personal del otro es también la manera más sencilla y eficaz para promover nuestro propio crecimiento. Quien alaba, elogia, reconoce logros, felicita y acompaña, le provee al otro salud y bienestar. Para lograrlo, es necesario abrevar de la fuente del amor de Dios, aceptar su perdón, reconocer humildemente los errores y enmendarnos.
Esta mañana, antes de iniciar tus tareas cotidianas, sé capaz de mirar a los que están en tu casa y, con una sencilla palabra y una suave caricia, recuérdales lo mucho que significan para ti y para Dios.