Amor con denominación de origen
Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19.
El mercadillo era un hervidero de gente. Colores, olores, formas, se amalgamaban aportando una vitalidad impresionante. Un caballero de mediana edad, con una mirada tranquila y sumamente amable, nos mostraba los relojes. Estaba surtido de todas las marcas reconocibles y famosas. Llamaba la atención uno niquelado y de múltiples esferas, con un logo muy reconocido. Parecía, pero no lo era. Apenas a unos metros, una exquisita relojería lucía el original. No era ni el mismo peso ni los mismos “pesos”. Pero, sobre todo, no tenía la misma precisión para cumplir su misión: dar la hora. Y es que hay falsificaciones y genuinidad por todos lados. Por esa razón se generó la expresión “denominación de origen”. El AOC (Appellation d’Origine Contrólée) identifica la procedencia y la excelencia de un producto.
Juan nos recuerda que en asuntos de amor Jesús es el origen. Hay tantas propuestas de “amor que es, para muchos, bastante complicado detectar el original. Por esa razón, Dios nos envió a su Hijo. Por decirlo de manera más actual: es una guía AOC de las localizaciones del amor genuino. Dicho amor recala en la paciencia, porque mucho espera el que mucho ama. Pasea por los senderos de la bondad, porque disfruta haciendo el bien por doquier. Confía sanamente, porque no hay espacio para los celos u otras obsesiones. No visita los monumentos de la ostentación porque sabe que los mejores paisajes se ven desde abajo, desde el afecto cotidiano. Disfruta de las hospederías del alma dando lo mejor de lo que tiene, y se goza con el relato sincero porque vive en la verdad. Bajo su blasón, en azul de cielo, se lee su lema: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
De ese amor, afirma Elena de White: “Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. ‘Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero’.
En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las pasiones y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor” (Los hechos de los apóstoles, p. 455).