Miércoles 06 de Julio de 2022 | Matutina para Adolescentes | ¿Cuál es tu precio?

¿Cuál es tu precio?

“…Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honrena Dios con su cuerpo” (1 Corintios 6:20, NTV).

El dinero. ¿Quién puede vivir sin él? La mayoría de nosotros no puede, y por eso nos gustaría tener todo lo que podamos. En cierto modo, eso es lo que hace girar al mundo, ¿no?

En este día, en 1785, el Congreso Continental de los recién formados Estados Unidos de América decidió la unidad monetaria que utilizaría. Los dólares serían la unidad estándar, y la moneda más pequeña sería de cobre, con un valor de una 200ª parte de un dólar. Eso sería medio penique, pues un penique es un centavo de dólar. Al principio, la mayor parte del dinero se fabricaba con metales. Recién a partir de 1862 se utilizó el papel moneda y, en 1933, los Estados Unidos retiró del uso general todas las monedas de oro.

¿Qué trabajos has realizado para ganar dinero? La mayoría de los niños han trabajado haciendo mandados o limpiando el jardín. Ayudando en una tienda o cuidando a niños más pequeños. ¿Qué harías por dinero? Tal vez una pregunta más importante sea: ¿Qué no harías, sin importar lo que te pagaran?

Piensa en ello. A la gente le pagan por hacer algunos trabajos bastante desagradables, pero es un trabajo honesto y, como se dice, alguien tiene que hacerlo. ¿Limpiarías orinales o vómitos por 10 dólares? ¿Le harías una broma a tu mejor amigo por 20? ¿Y a tu abuela? ¿Le harías una broma pesada a tu abuela por 100 dólares? ¿Y por 1.000? ¿Harías trampa en un examen para conseguir una beca? Piensa bien: ¿Tienes un precio? La mayoría de nosotros cree que no pero, a veces, nuestro “precio” no es el dinero. Puede ser tan simple como desear pertenecer a un grupo, o alcanzar un puesto en la clase, o incluso querer estar cerca de una persona popular. Tienes que tomar la decisión ahora y determi­nar si tienes un precio, es decir, si alguna vez querrás algo con tanta fuerza que estarás dispuesto a comprometer tus principios para conseguirlo.

En realidad, las personas son las que nos hacen verdaderamente ricos. Si no fuera así, Jesús nunca habría llegado tan lejos y dado tanto para comprarnos. Y ten por seguro que habría dado todo el oro y la plata del universo para hacerlo. Sin embargo, no fue eso lo que costó. Lo que tuvo que dar por nosotros fue su vida, ¡la vida del Hijo eterno de Dios! Aunque no debería sorprendernos. Después de todo, es nuestro Hermano.

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