Miércoles 08 de Diciembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Flexible como una varilla de acero

Miércoles 08 de Diciembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Flexible como una varilla de acero

Flexible como una varilla de acero

“Sean ustedes plenamente capaces de comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo” (Efe. 3:18, RVC).

La construcción de edificios es toda una ciencia. Los materiales que se usan tienen cualidades específicas y ocupan un lugar indispen­sable en esta actividad. Por ejemplo, las varillas de acero sostienen gran parte de la estructura y evitan derrumbes en caso de terremotos u otros ac­cidentes naturales. 

Hace unos días, observé con verdadera curiosidad cómo eran transpor­tadas toneladas de varillas de acero. A mi parecer, las varillas eran demasiado largas y, por lo tanto, me parecían imposibles de trasladar en un camión de medidas estándar. Lo impresionante fue ver cómo, con gran habilidad, los trabajadores las doblaban para hacer que ocuparan mucho menos espacio. Yo no tenía la menor idea de que el acero pudiera doblarse, así que les hice la pregunta directamente: “¿El acero se dobla?” Me explicaron que, cuanto más largas son las varillas de acero, más flexibles se vuelven y se pueden enrollar con facilidad sin romperse. Por el contrario, si las varillas son pequeñas, re­sulta imposible doblarlas, pues son duras y rígidas. 

Aquella fue mi lección del día. De pronto, estaba mentalmente compa­rando aquellas varillas de acero con nosotras, las mujeres cristianas. Si nuestra experiencia con Dios es corta y pequeña, nuestras personalidades de vuelven rígidas, inflexibles, duras, rigurosas, tiesas, severas y frías; exigimos mucho y perdonamos poco, juzgamos y culpamos. Llenamos nuestras mentes de “deberías”, y pasamos por alto la compasión y la misericordia que nuestro prójimo necesita. 

Por el contrario, cuando nuestra relación con Dios es tan larga y profunda que casi llegamos a tocar el cielo, nuestra presencia se convierte en una ben­dición para otros; somos sensibles, comprensivas y flexibles, sin quebrantar nunca los principios ni los valores espirituales y morales. Nos doblamos ante el sufrimiento ajeno, para consolar y cuidar con sacrificio y abnegación.

Per­mitimos que Dios sea el juez y nosotras nos convertimos en las intercesoras que claman ante el trono de la gracia por otros, orando en todo tiempo para que alcancen la estatura necesaria para tocar juntos el cielo. 

Sé una madre, esposa, amiga, hermana, nuera o hija flexible. Dóblate mise­ricordiosamente ante las necesidades de tu prójimo y mantente fuerte cuando los principios divinos se pongan en juego. Y recuerda que todo esto deriva de tener una relación profunda con Dios.

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