Miércoles 08 de Marzo de 2023 | Matutina para Adultos | “Aún hay lugar”

“Aún hay lugar”

“Señor, se ha hecho como mandaste y aún hay lugar” (Lucas 14:22).

¿Cuánto cuesta el minuto en un viaje al espacio? Eso era lo que se iba a definir cuando se subastara un asiento en la nave que llevaría a Jeff Bezos y sus acompañantes al espacio. Según publicó Blue Origin, la empresa espacial del señor Bezos, unas ocho mil personas, de más de ciento cincuenta países, comenzaron a pujar para conseguir el asiento. Los que hicieron las veinte mejores ofertas llegaron a la subasta final, que fue transmitida en vivo. Tras veinte minutos de “¿Quién da más?” una persona ofreció 28 millones de dólares y con esa cifra ganó la subasta. Cada minuto en dicha nave le costó a ese personaje anónimo 2,7 millones de dólares. Sin embargo, a pesar de haber pagado esa inmensa cifra, el incógnito acaudalado no pudo viajar al espacio porque tenía otros compromisos el día del viaje, así que pospuso su travesía para una futura ocasión. ¿Qué actividades tenía esa persona como para considerarlas más importantes que viajar al espacio? No lo sé, pero su decisión me deja atónito y hasta me siento con el derecho de criticar al desconocido multimillonario por no haber aprovechado la oportunidad.

Lo cierto es que algo similar a lo que cuenta esa noticia, que acaparó los periódicos y las redes sociales, se repite una y otra vez en el ámbito espiritual. A fin de que podamos viajar al cielo, nuestro Padre celestial costeó nuestro pasaje de ida. Y el precio por el “asiento” en el que ascenderemos “no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Ped. 1:18, 19, DHH). Por tanto, no tenemos que dar ningún pago para ir al cielo, porque “ya todo está preparado” (Luc. 14:17).

Sin embargo, cuando llega la hora de abordar la nave celestial, comenzamos a excusarnos: “Señor, tengo la agenda muy apretada”, “Es que mi trabajo es muy demandante”, “Déjame para el siguiente vuelo”, etcétera. Relegamos a un segundo plano nuestro viaje celestial porque nuestra prioridad son los afanes temporales de la tierra.

Después de esa gran inversión hecha por el cielo, ¿será que alguno de nosotros considera que hay asuntos más importantes que nuestra travesía a las mansiones del Padre? Si ese es nuestro caso, Dios nos asegura que todavía “hay lugar” para nosotros, nuestro asiento sigue reservado.

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