¿Quién es la más bella del reino?
“No había brillo en los ojos de Lea, pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita” (Gén. 29:17, NTV).
¿No te parece un poco cruel este versículo? ¿Realmente hacía falta dejar tan en claro que Raquel era hermosa y Lea no? Aunque no nos guste admitirlo, Dios no hizo a todas las mujeres igualmente bellas. Dios no reparte la belleza, o la inteligencia o el talento musical de forma equitativa. Algunas tienen más que otras. Me imagino a Lea mirándose al espejo y diciendo: “¡Esto no es justo, Dios! ¿Por qué no me hiciste más bella?” Sin embargo, como escribe Heather Creekmore en su artículo “Rachel And Leah”, “Dios no se disculpa por eso, ni agrega un versículo adicional [en la Biblia] acerca de la gran personalidad de Lea”.
La verdad es que, aunque nos gusta ser bellas, Dios puede cumplir su propósito en nuestras vidas sin importar nuestra apariencia. Lea pasó la mayor parte de su matrimonio compitiendo con Raquel por el amor y la atención de Jacob. Podemos ver esto a través de los nombres que les dio a sus hijos. Rubén significa: “El Señor se ha dado cuenta de mi sufrimiento, y ahora mi esposo me amará”. Simeón significa: “El Señor oyó que yo no era amada y me ha dado otro hijo”. A su tercer hijo, Lea lo llamó Leví, pensando: “Ciertamente esta vez mi esposo sentirá cariño por mí, ya que le he dado tres hijos” (Gén. 29:31-35, NTV). Finalmente, con la llegada de su cuarto hijo, pareciera que algo había cambiado en el corazón de Lea. Ella se da cuenta de que cumplir el propósito de Dios para su vida es más importante que su apariencia y menos frustrante que intentar obtener la atención de un hombre. A su cuarto hijo, Lea lo llama Judá, diciendo: “¡Ahora alabaré al Señor!” Y fue justamente Judá quien formó parte de la genealogía del Mesías.
“¿Es posible que algunos reciban gran belleza física como parte del plan de Dios para sus vidas, y otros no, y que eso realmente no importe?”, pregunta Heather. “Tal vez Dios no se disculpará con nosotros por no hacer a Lea tan hermosa como a Raquel, porque realmente no importa cómo se vea. Él sabe cómo la usará para lograr sus propósitos y esto, solamente esto, le traerá una gran satisfacción”. La bruja malvada del cuento de Blancanieves no podía tolerar que existiera una mujer más bella que ella. Su envidia la encegueció con respecto a todas las oportunidades y talentos que ya tenía. La historia habría sido completamente diferente si ella hubiera aceptado que no necesitaba ser la mujer más bella del reino para cumplir con su propósito.
Señor, ayúdame a aceptar mi cuerpo y la medida de belleza que me has dado. Quiero dedicar mi vida para servirte y cumplir tus propósitos.
Amén