Grandeza y humildad: una rara combinación
“Grande es el Señor, y digno de toda alabanza; su grandeza es insondable. […]. Se hablará del poder de tus portentos, y yo anunciaré la grandeza de tus obras” (Salmo 145:3, 6).
Cuenta un relato que, en una ocasión, George Washington Carver (1864-1943), el destacado botánico y científico de raza negra, se encontraba hospedado en un hotel donde daría una charla a una distinguida concurrencia. Un día un negociante le habló.
–¡Oye, tú! –le dijo–. ¡Lleva mis maletas al vehículo!
Evidentemente, el hombre había confundido a Carver con el portero. Durante unos segundos, la gente observó con interés para ver qué haría el eminente investigador. Entonces, sin decir una sola palabra, Carver tomó el equipaje, lo llevó al vehículo y luego se dirigió al auditorio para dar su charla.
¡Qué interesante! Para el momento de ese incidente, ya George Washington Carver era reconocido como un campeón de la educación agrícola. En reconocimiento de su aporte a la humanidad, el gobierno de Estados Unidos, bajo la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, creó en 1943 el George Washington Carver National Park, en Misuri; el primer monumento de esta naturaleza creado en honor a un afroamericano. En dos ocasiones –1948 y 1998– han circulado estampillas en su honor. Además, el Congreso designó el 5 de enero como el Día de Reconocimiento a la Memoria de George Washington Carver.
¿Cómo pudo este hombre de ciencias evitar que sus logros “se le subieran a la cabeza”? Porque nunca perdió de vista al Dios de la creación. Según escribe John Hudson Tiner, Carver concebía la obra de Dios como “un gigantesco megáfono por medio del cual Dios nos habla a cada minuto, si solo logramos mantenernos en sintonía” (For Those Who Dare, p. 236). Más importante aún, Carver siempre tuvo presente que solo Dios era digno de recibir el crédito por sus descubrimientos: “Estos no son mis inventos”, decía de sus productos. “Dios los puso en la naturaleza, y ahí los encontré yo”. ¡Con razón se llamaba a sí mismo “un químico de hornilla”!
Y tú, ¿quieres ser grande, sin que tus logros se te suban a la cabeza? Entonces, como dice nuestro texto de hoy, reconoce que solo Dios es “digno de toda alabanza”; y, por medio de tus talentos, anuncia la grandeza de sus obras.
“La medida del éxito es el servicio al prójimo” (George Washington Carver).
Padre celestial, alabo tu nombre porque solo tú eres digno de toda alabanza. Mientras viva, quiero usar mis talentos para anunciar la grandeza de tus obras.
maravillosa reflexión, extraordinaria lección de aprendizaje que todos necesitamos aprender.
Hermosa reflexión
Esta lección que nos dejó George Washington Carver sobre la humildad la deberíamos practicar todos los cristianos: sinembargo no es tan fácill hacerlo porque muchos hoy en día se aprovechan de la humildad de otros para su
propio provecho. Por eso es mejor ser prudentes como serpientes y mansos como palomas.