Miércoles 20 de Octubre de 2021 | Matutina para Mujeres | En manos del alfarero – I

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En manos del alfarero – I

“Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero” (Jer. 18:6).

El trabajo del alfarero es una artesanía que solo necesita dos ma­nos hábiles y un poco de barro o arcilla. Tal vez pensemos que esta materia prima no es de gran valor, pues se encuentra en cualquier suelo; sin embargo, posee cualidades que la hacen útil para el arte de la alfarería. 

Durante mi niñez, pude ver la fabricación de hermosas vasijas y de otros utensilios realizados con barro por hombres y mujeres de perfil sencillo, pero expertos en modelar, plasmar, apretar y dar forma a un pedazo de barro aparentemente insignificante. 

El comienzo del proceso no es tan sencillo. El barro está duro y lleno de impurezas. El artesano aplica fuerza, saca con pinzas las impurezas y, poco a poco, ese lodo duro y sucio se hace moldeable y suave; entonces, comienza a tomar la forma de lo que llegará a ser. 

En la Biblia encontramos una referencia hermosa en cuanto a este oficio; leemos: “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: ‘Levántate y des­ciende a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras’. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla” (Jer. 18:1-4). En este relato, Dios se personifica como el alfarero, y a ti te compara con el barro. Es un trabajo entre él y tú. Él tiene el sueño de que llegues a ser una hermosa vasija donde el Espíritu Santo pueda ser derramado. Trabaja en tu mente y en tu corazón, aplicando fuerza amorosa para quitar de ti la soberbia y el orgullo, hasta que te convier­tas en alguien dócil a su voz y su conducción. Entonces, surge de ti esa obra de arte, admirada por los que te rodean y preparada para decorar los her­mosos espacios del palacio del Rey. 

En este proceso, lo único que debes hacer es rendir tu voluntad sin reser­vas; rendirte en sus manos para que él trabaje en ti. En medio del dolor y la aflicción por ser removida de tus deseos incorrectos, de tu falta de fe y de tantas otras cosas, no pierdas el ánimo. Confía en el alfarero divino; él tiene un molde exclusivo para ti y, cuando el proceso termine, sin duda alabarás su nombre.

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