Miércoles 22 de Febrero de 2023 | Matutina para Menores | Días tristes, días difíciles

Días tristes, días difíciles

“Isaac tenía ciento ochenta años cuando murió. Fue a reunirse con sus antepasados cuando ya era muy anciano, y sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron” (Génesis 35:28, 29).

Mientras vivamos en este mundo vamos a sufrir enfermedad, dolor y muerte. Jacob vivió una cadena de situaciones desagradables en muy corto tiempo, y todas se resumen en pocos versículos del capítulo 35.

Primero, una persona muy querida llamada Débora, que trabajaba en la casa de Isaac y Rebeca y había cuidado a Jacob en su niñez, murió. Eso le dolió tanto que el lugar donde la sepultaron lo llamaron “encina del llanto” (Gén. 35:8). Después, Jacob enfrentó una mezcla de emociones, ya que nació su último hijo, a quien llamó Benjamín, y su amada esposa Raquel murió en el parto. ¡Cómo se habrá entristecido al separase de ella, por quien había trabajado catorce años! En el lugar donde sepultaron a Raquel, Jacob construyó un monumento en su memoria (Gén. 35:19, 20). Finalmente, a Jacob le avisaron que su padre estaba a punto de morir, así que viajó a Hebrón. En ese momento Isaac tenía ya 180 años. Esaú también fue. Y poco después Isaac murió.

Fue justo después de la renovación del pacto en Betel que Jacob enfrentó estos días. Seguramente habrán sido los más difíciles de su vida. Esto nos recuerda que así como sale el sol y llueve para beneficio de todos, justos e injustos (Mat. 5:45), igualmente, en este mundo de pecado, todos sufrimos tristezas. La gran diferencia es que Dios nos anima y sus promesas nos ayudan a pesar de los problemas. Cuando Cristo regrese a buscarnos como Rey de reyes ¡todos los problemas del mundo terminarán!

En medio del capítulo 35 (vers. 9-12), Dios recordó su promesa y los planes que tenía para Jacob y su descendencia. Imagino que este recordatorio del pacto fortaleció su fe y lo animó en la crisis. Si hoy estás triste por algo, Dios te recuerda que volverá por segunda vez. Entonces iremos a vivir a la Tierra Nueva.

Este mundo no es nuestro hogar definitivo. No olvides la promesa: “Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Apoc. 21:4).

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