El poder del evangelio
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
¿En qué consiste el poder del evangelio? En la capacidad que Dios tiene para transformar la vida del pecador de una manera tan completa que este llegue a ser “una nueva criatura”.
El rasgo distintivo de esa nueva vida, según escribe el apóstol en Gálatas 2:20, consiste en que en la persona transformada por el poder del evangelio no solo hay una muerte, sino también una nueva vida. Hay muerte al pecado, a la vida centrada en el yo, y a los intentos por alcanzar el favor de Dios sobre la base de las buenas obras. Pero, por sobre todas las cosas, hay una nueva vida: la vida de Cristo, que se manifiesta en nosotros, y por medio de nosotros, gracias al poder de su Santo Espíritu. ¡Y ya sabemos cómo fue la vida del Señor!
¿No es esto maravilloso? Estamos muertos para lo malo, pero vivos –muy vivos– para hacer lo bueno. Como dice la Escritura: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño; apártese del mal y haga el bien” (1 Ped. 3:10, 11).
Cuenta Gordon MacDonald que hace siglos dos hombres en Inglaterra fueron condenados a prisión por robar ovejas. Cuando salieron en libertad, el juez se aseguró de que se colocara en la frente de cada uno la letra S (inicial de sheep, “oveja”, en inglés), de modo que nadie olvidara su crimen.
Dice el relato que uno de los ladrones nunca más fue visto en la comunidad, pero el otro, arrepentido por su falta, dedicó su vida a Dios atendiendo a los enfermos, ayudando a los necesitados, asistiendo en las emergencias. La vida de este hombre cambió tan completamente que, después de varios años, ya nadie hablaba de su crimen, sino de sus bondades.
Un día, cuando dos niños vieron pasar al hombre, ya anciano, uno le preguntó al otro por qué el buen hombre tenía una S en su frente.
–No estoy seguro –dijo el otro niño–, pero por lo que mi mamá dice de él, creo, es que la S significa “Santo” (Rebuilding Your Broken World, p. 84).
Cuando Cristo mora en el corazón, ¡somos nuevas criaturas en él!
Gracias, bendito Dios, por haber borrado mi pasado. Gracias porque soy una nueva criatura. Ahora quiero vivir para la gloria de tu nombre.