El presidente loco
“El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina” (Proverbios 1:7, NVI).
Si alguien te pidiera que nombraras al mejor presidente que ha tenido Estados Unidos, lo más probable es que se te vengan a la mente los nombres de varias figuras reconocidas. Pero, si te preguntaran quién crees que fue el presidente más escandaloso, tendrías que pensar un poco… y si arriesgaras el nombre de Andrew Jackson, probablemente, tendrías razón.
El 3 de diciembre de 1828, Andrew Jackson fue elegido séptimo presidente de los Estados Unidos. Ganó las elecciones siendo el favorito, pues su liderazgo en tiempos de guerra lo había convertido en un héroe nacional. Era, sin duda, el presidente del pueblo. Sin embargo, cuando llegó el baile de investidura en marzo, los líderes del gobierno empezaron a preguntarse si habían tomado la decisión correcta.
Jackson fue el primer presidente que invitó al público a asistir al baile de la Casa Blanca en honor a su investidura presidencial. Una gran multitud acudió al baile inaugural vistiendo todo tipo de ropa, y llegó a ser tan numerosa que los agentes de seguridad de Jackson no pudieron contenerla afuera. De hecho, la Casa Blanca se llenó tanto de gente que la vajilla y los costosos adornos empezaron a romperse. Algunas personas incluso se subieron a buenas sillas con las botas llenas de barro solo para poder ver al presidente. Eran ruidosos y parlanchines, y los asistentes de la Casa Blanca no conseguían que se callaran. Cuando la multitud se volvió salvaje y completamente fuera de control, los asistentes vertieron ponche en tinas y las llevaron al jardín en un esfuerzo por atraer a la gente fuera de la Casa Blanca. No había dudas de que el presidente Jackson era el favorito del pueblo, y el baile inaugural lo demostró. Sin embargo, a partir de ese día, tuvo un nuevo apodo: “King Mob” [El rey de la turba].
Puede que Andrew Jackson no fuera el presidente más disciplinado, pero era un presidente piadoso, y habría estado de acuerdo con Salomón en que “el temor del Señor es el principio del conocimiento”.
Sin embargo, para ser sabio, también es necesario que te conviertas en una persona disciplinada en tantas áreas de tu vida como puedas: en tus estudios, en tu ejercicio diario, en lo que comes y en tu tiempo con Dios. Este tipo de disciplina es la forma más rápida de subir la escalera del éxito.