Sobre hermanos, honderos y el honor
“Guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y Salvador” (Sal. 25:5).
Nunca le había prestado atención a cuando Jesús dice, en la parábola del buen samaritano, descender a Jericó desde Jerusalén (Luc. 10:30), hasta que viví la experiencia. Junto a un grupo de amigos, cruzamos la amplia llanura que se encuentra al oeste de Jericó, y desde ahí comenzamos el camino hacia Jerusalén. Subimos, subimos y subimos y, después de lo que nos pareció un tiempo larguísimo, vimos una señal que decía que habíamos alcanzado el nivel del mar. Jericó está a 225 metros por debajo del nivel del mar y, Jerusalén está a 700 metros sobre el nivel del mar. En verdad es un descenso ir de Jerusalén a Jericó.
Tampoco había captado el orgullo de los escritores bíblicos cuando se referían a los honderos de las fuerzas militares israelitas (Juec. 20:16; 2 Rey. 3:25), hasta que sostuve en mi mano las piedras, del tamaño de una pelota de béisbol, que arrojaban con las hondas. Un buen hondero podía arrojar una piedra a 160 kilómetros por hora.
Por otra parte, los sociólogos que estudian las relaciones interpersonales en Oriente Medio afirman que en esa cultura la relación más importante es la de hermanos. Incluso hoy, muchos hermanos se sienten más cercanos entre sí que con cualquier otro miembro del círculo familiar. Por lo general se espera que los hermanos se honren y defiendan mutuamente. En ese contexto, cuán chocante ha de haberles parecido a muchos encontrar la Biblia llena de historias sobre hermanos separados, como Jacob y Esaú. Aún hoy en día, en las sociedades de Oriente Medio, se espera que los hermanos sean responsables y cuiden de sus hermanas, incluso si el hermano es un niño y la hermana es mayor. Una niña debe pedirle permiso a su hermano para hacer ciertas cosas, mientras que él protegerá siempre a su hermana. Esta relación entre hermanos nos ayuda a entender por qué Absalón reaccionó como lo hizo cuando Amnón deshonró a su hermana Tamar.
En Oriente Medio se preocupan mucho por el honor. Creen que solo se tiene acceso a un suministro limitado, y la única opción para obtener más consiste en tomarlo de otra persona. La mejor forma de hacerlo es desafiar a otros en público y avergonzarlos. Los fariseos a menudo confrontaban a Jesús, haciéndole preguntas que pensaban que no podría responder o llevándolo a terrenos de los que, a su juicio, no podría salir. Pero cuando Jesús lograba superar todos sus desafíos, eran ellos los avergonzados.
GW