Tomates
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero ¿para qué sirve la sal si ha perdido su sabor? ¿Pueden lograr que vuelva a ser salada? La descartarán y la pisotearán como algo que no tiene ningún valor” (Mat. 5:13, NTV).
Los únicos tomates que me gustan son los que cultiva mi vecino en su huerta orgánica. Los tomates que crecen en su huerta saben y huelen completamente diferente de los que se compran en el supermercado. Hace poco descubrí por qué. En su libro Nice [Agradable], Sharon Hodde Miller cuenta la triste historia del tomate industrial. Aproximadamente cien años atrás, un agricultor descubrió la manera de cultivar tomates “perfectos”. A través de una alteración genética, este agricultor creó un nuevo tipo de tomate que madura de forma uniforme, tiene forma simétrica y es más resistente. Solo hay un pequeño problema: el mismo gen que produce estos cambios también altera el sabor del tomate. Lo que hace que un tomate se vea perfecto por fuera, arruina su sabor.
Como mujeres, vivimos bajo la presión constante de vernos perfectas. Pareciera que es nuestro deber tener cuerpos que reflejen el ideal de belleza actual, sin importar cuán tóxico o poco saludable sea. También existen estereotipos rígidos con respecto al éxito, e inclusive a la maternidad. La presión es tal que muchas mujeres sienten que deben convertirse en otra persona para ser aceptadas. Sin embargo, como dice Sharon Hodde Miller, el precio de esta “perfección” es perder el sabor: “Cuando cambiamos para ser aceptadas, incluidas, vistas, afirmadas o promovidas [… ] aguamos el sabor original”.
Tú eres única. Tal vez el Señor llamó a tu vecina a ser maratonista profesional, mientras que a ti te llamó para permanecer en casa y cuidar de tus hijos. Hay más de una manera de ser exitosa. Tu cuerpo es único. Mantenlo sano; ni esclavo de la moda ni de la desidia. No pierdas tu sabor para ser aceptada. “Lo que comienza como una transigencia aparentemente pequeña”, advierte la escritora Lysa TerKeurst en Uninvited [No invitada], “puede convertirse fácilmente en una completa contradicción de las personas que anhelamos ser”. El mundo necesita del sabor único y original que Jesús te dio. No lo empeñes para encajar en un molde estrecho en el que jamás se suponía que entrases.
Señor, quiero ser una mujer con verdadero sabor. Dame la valentía que necesito para ser auténtica y mantenerme firme ante la presión social.
Amen