¿Una estrella más en la corona?
“Al ver las multitudes [Jesús] tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
¿Qué emoción embargaba el corazón del Señor Jesús al ver que las multitudes estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor?
Profunda compasión. Cada vez que nuestro Salvador estaba en presencia del sufrimiento humano, la Escritura dice de él: “Tuvo compasión”.
En griego, la expresión “tuvo compasión” significa “sentir con las entrañas”, y alude a los sentimientos más profundos que un ser humano pueda experimentar. En el caso particular de Jesucristo, ese sentimiento siempre iba acompañado de acción: él siempre hacía algo para liberar al oprimido y sanar al doliente, sin esperar nada a cambio.
¿Cómo respondemos tú y yo en la presencia del dolor? ¿Y cuál es la motivación que nos impulsa, por ejemplo, al dar una donación o un estudio bíblico? ¿Es el amor a las almas o es el interés por la corona?
El siguiente relato que narra el profesor Helmut Thielicke resulta muy iluminador al respecto (Life Can Begin Again, p. 83). Escribe Thielicke que, en una ocasión, fue testigo del interés especial que una enfermera mostraba por los pacientes que atendía. Él mismo había estado enfermo, y había podido comprobar de primera mano lo mucho que ella se esmeraba por cada enfermo. Durante veinte años, ella había realizado esa labor fielmente. Entonces Thielicke decidió preguntarle por qué lo hacía, y de dónde sacaba las fuerzas para realizarla, a pesar del sacrificio que su trabajo exigía.
–Pues, verá usted –respondió la enfermera, con una expresión radiante–, cada noche que trabajo le añade otra estrella a mi corona celestial. ¡Y ya tengo 7.175!
El chasco que sufrió el profesor Thielicke no pudo ser mayor. En un instante, tanto su admiración por la enfermera como su sentido de gratitud desaparecieron. Para esta mujer, los pacientes eran simplemente un medio para alcanzar un fin. Los veía, no como seres humanos en necesidad de ayuda, sino como estrellas que cada noche sumaba a su corona. ¡Y las tenía contadas: 7.175!
¡Cuán diferente el ejemplo que nos dejó el Señor Jesús! ¡Su corazón rebosaba de compasión por cada ser humano! ¡Esa era su motivación al servir! Esa fue también la razón por la que dejó el cielo, y por la que murió clavado a una cruz. ¿Deberíamos nosotros cumplir la misión que él nos dejó con una motivación diferente?
Bendito Jesús, lléname hoy de tu Santo Espíritu. Así mi única motivación al servirte será la gloria de tu santo nombre, ¡porque solo tú eres digno de llevar la corona!