Ofrendas sazonadas
“A todas tus ofrendas de cereales debes ponerles sal, y no permitas que en tu ofrenda de cereales falte la sal de la alianza de tu Dios. En todas tus ofrendas debes ofrecer sal” (Levítico 2:13).
El pueblo tenía la oportunidad de ofrecer alimento a Dios en que el ingrediente principal era la flor de harina (trigo recién molido). El resultado era semejante a lo que hoy es la masa de una pizza. Esta ofrenda les recordaba a los adoradores que Dios es tanto el pan de vida, como el proveedor del alimento. Un ingrediente básico de esta receta era el aceite, que servía como sazonador y representaba al Espíritu Santo; pero el mayor énfasis estaba en la sal.
A lo largo de la historia, la sal ha sido indispensable en la cocina. Antiguamente, su uso no se limitaba a los alimentos. También se usaba en los pactos entre la gente y Dios (Núm. 18:19); como agente purificador, la Biblia menciona que Eliseo la utilizó para purificar el agua (2 Rey. 2:19-22); para ayudar a los recién nacidos (Eze. 16:4); y por supuesto, para dar sabor a los alimentos (Job 6:6).
Seguro que entiendes perfectamente la importancia de la sal. De inmediato descubres cuando a un alimento le falta. No nos gusta comer sin sal, pues es un ingrediente clave para sazonar.
Este tipo de ofrendas siempre debían contener sal, así, simbólicamente, transmitía que el adorador ofrendaba voluntaria y gozosamente. Hoy nuestras ofrendas van acompañadas con la sal de nuestra buena actitud y alegría al momento de entregárselas a Dios. El apóstol Pablo escribió: “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor. 9:7).
Por otra parte, los ingredientes que nunca debían estar presentes en una ofrenda de este tipo eran la levadura y la miel. ¿Qué características tienen en común? Ambas se fermentan y echan a perder la comida. En pocas palabras, la levadura y la miel representan entregar una ofrenda a Dios por obligación. Así que no lo olvides, que tu ofrenda tenga el buen sabor del gozo de adorar a Dios.