Una ciudad en un pantano
“Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para su esposo” (Apocalipsis 21:2, RVR 95).
En este día de 1790, el joven Congreso estadounidense declaró que la nueva capital permanente del país se ubicaría a orillas del río Potomac, entre Maryland y Virginia, en un área pantanosa, húmeda, fangosa e infestada de mosquitos. Benjamin Banneker, un afroamericano libre, fue nombrado topógrafo del nuevo Distrito de Columbia. Además de topógrafo, y entre otras cosas, Banneker fue astrónomo, matemático, autor de almanaques y agricultor. Sin embargo, por lo que más se lo recuerda es por su trabajo en la construcción de Washington D. C.
La ciudad, nombrada en honor a George Washington, el líder militar de la Revolución Norteamericana y primer presidente del país, se convirtió en el “Distrito de Columbia”, el distrito federal. La capital de Estados Unidos no se encuentra en ningún estado, sino que existe, al igual que el Vaticano, como una ciudad-estado en sí misma. De ahí el título D. C.: Distrito de Columbia. Fue el general Washington quien vio las posibles ventajas económicas de la zona y su potencial como capital de la nación porque estaba cerca de un gran río navegable. Washington llevaba poco más de un año en el cargo de presidente de los Estados Unidos cuando se eligió el emplazamiento de la capital. Un arquitecto y urbanista francés llamado Pierre L’Enfant se encargó diseñar la ciudad.
Cuando decimos Washington D. C., a menudo pensamos en la Casa Blanca, y eso tiene sentido porque es donde vive el presidente de los Estados Unidos, una de las figura más influyentes del mundo. Tres años después de que Washington D. C. se estableciera como capital de la nación, se comenzó la construcción de la mansión presidencial. Sin embargo, George Washington nunca vivió allí, ya que se terminó recién en el año 1800. Thomas Jefferson se trasladó a la Casa Blanca en 1801, y fue el primer presidente que vivió allí durante todo su mandato.
Muchos cantan “God bless America” [“Dios bendiga a América”]; y muchos oramos para que Dios bendiga el país en que vivimos, y también al resto del mundo. Y algún día, la ciudad más importante de todas se convertirá en el centro de este planeta. Se llama la Nueva Jerusalén, como dice Apocalipsis 21:2, y estará ubicada en el planeta Tierra. De hecho, la Nueva Jerusalén se convertirá en la sede de todo el universo, y Dios vivirá en ella con nosotros durante toda la eternidad. ¡Eso sí que es emocionante!