Sábado 17 de Septiembre de 2022 | Matutina para Adultos | “Yo soy tu Dios”

“Yo soy tu Dios”

“Dios habló y dijo todas estas palabras: ‘Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de la tierra de Egipto, donde vivías como esclavo. No tendrás dioses ajenos delante de mí’ ” (Éxodo 20:1-3, RVC).

¡Qué detalle tan interesante señala nuestro texto de hoy! Antes de que Dios hiciera mención alguna de los Diez Mandamientos, le dice a su pueblo, recién liberado de la servidumbre egipcia: “Yo soy tu Dios”.

¿Qué había hecho Israel para recibir tan enorme privilegio? Que sepamos, nada en particular. No era el pueblo más numeroso, ni tampoco el más poderoso. Al contrario, era “el pueblo más insignificante de todos” (Deut. 7:7, RVC). Sin embargo, el Ser Supremo les dice: “Yo soy tu Dios, y ustedes son mi pueblo”.

¿Sobre qué bases se mantendría esa relación? Se mantendría mientras él, el Dios que los liberó de la servidumbre egipcia, fuese su único y verdadero Dios. Con el objeto de señalarles que él no sería uno más en la lista de deidades, les dice de manera clara y contundente: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.

¿Comprendemos bien el profundo significado de este primer Mandamiento? Lo que el Señor está diciendo a su pueblo aquí es que solo él tiene derecho a ocupar el primer lugar en la vida de ellos. Si Jehová no podía ser el objeto exclusivo de su adoración, entonces sencillamente no podía haber relación alguna. Como dice Loron Wade, el primer lugar es el único que le podemos dar a Dios en nuestras vidas si, de verdad, él es Dios: “Esta es la razón por la cual este es el primer Mandamiento”, dice Wade. “Todos los otros nueve se convierten en simples reglas morales, sin mayor poder que miles de buenas ideas, si no hemos dado a Dios el primer lugar” (Los Diez Mandamientos, p. 26).

La implicación es, sencillamente, contundente: si Dios es de verdad Dios, entonces solo él ha de ocupar el primer lugar en mi vida; solo él “tiene derecho a la veneración y la adoración supremas”; y solo él merece el primer lugar en mis afectos y en mi servicio (Patriarcas y profetas, p. 313).

Y ahora, la pregunta obvia: ¿Es Dios todo eso en mi vida? ¿En tu vida? Es verdad que, a diferencia de los egipcios, no adoramos ídolos hechos de mano. Pero recordemos que un ídolo es cualquier cosa que suplante a Dios en nuestra vida; sea fama, riqueza, belleza, o placer.

Dios Padre, Creador y Redentor, quita de mí cualquier afecto o idea que no te reconozca como el Señor de mi vida, pues quiero darte el primer lugar en mis afectos y en mi servicio, y reconocerte como mi único Dios.

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