No se desanimen
Miren, el Señor su Dios les ha entregado la tierra. Vayan y tomen posesión de ella como les dijo el Señor, el Dios de sus antepasados. No tengan miedo ni se desanimen. Deuteronomio 1:21, NVI.
Cuando empieza el libro de Deuteronomio, el pueblo de Dios está frente a la tierra prometida, con corazones agitados. Están a punto de dejar de ser nómadas para ser dueños de la tierra, sus ojos están fijos al frente, sus oídos atentos a la voz de Moisés. Sus antecesores habían estado en ese preciso lugar cuarenta años antes, y no habían creído que podían poseer la tierra. Con los hombros caídos y la fe destrozada se habían devuelto de las fronteras de Canaán para deambular por el desierto durante cuatro décadas. ¿Habrían aprendido la lección de dependencia y confianza en Dios y en su líder? Solo tres sobrevivientes de la multitud que había salido de Egipto: Moisés, Josué y Caleb, serían testigos de la toma de Canaán. Los demás habían dejado atrás Egipto, pero su falta de fe los había imposibilitado para recibir la promesa.
En tu peregrinaje has visto caer a grandes líderes, a muchos regresar a su camino antiguo. Por la gracia divina que nos ha sostenido hasta ahora, tú y yo aún quedamos como testigos de la posesión de la Canaán celestial. Es un momento expectante, no permitas que el enemigo juegue con tu mente como lo hizo con nuestros antecesores israelitas. Mantente alerta: de un momento a otro se dará la voz de proceder hacia la Canaán celestial. Mientras tanto, oigamos las instrucciones previas.
Moisés tiene un último consejo antes de la partida. Divide su discurso en tres partes: (1) revisa la historia del cuidado paternal de Dios en el pasado y sus promesas cumplidas y por cumplirse; (2) presenta los principios para vivir piadosamente; y (3) hace un llamado a comprometerse y a obedecer a Dios. La voz de Moisés no alcanzaba a ser escuchada por la multitud de unos dos millones de personas, así que designó ayudantes, según le había aconsejado Jetro décadas atrás.
Jesús también tiene ayudantes: nuestros dirigentes de iglesia. Estemos atentas para no perder los detalles: algunos nos recuerdan las bendiciones del pasado, otros nos dan consejos de salud; otros más nos ayudan a fortalecer y renovar nuestro compromiso de obediencia diaria.
No te desanimes, has llegado a la última parte de la jornada. Ora para que Dios te dé oídos atentos, corazón dispuesto, y vista fija en el cumplimiento de los últimos acontecimientos. ¡No desmayes!