La vajilla en la vitrina
«Si alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para el Señor y preparado para toda obra buena». 2 Timoteo 2: 21, NVI
Cuando Sarita quedó embarazada, nos preparamos para recibir al bebé y, de paso, nos propusimos enseñarle las creencias y las costumbres de los adventistas. Para enseñarle lo especial que es el sábado, compramos una vajilla. Escogí la más hermosa que encontré. La idea era que cada sábado usaríamos la vajilla especial para almorzar. Teníamos platos sencillos para el resto de la semana, pero el sábado usábamos nuestra hermosa vajilla. Todavía hoy solo usamos la vajilla para ocasiones especiales. De hecho, compramos una vitrina para colocarla, y pusimos una muestra de cada una de las piezas visibles para que las personas que nos visitaran las pudiesen observar. Un día ocurrió algo inesperado. Uno de los recipientes se rompió parcialmente, así que ya no lo pudimos mantener en exhibición en la vitrina. Lo colocamos más atrás y con la parte picada escondida. Había perdido su posición privilegiada y se encontraba en la parte de abajo de la vitrina, donde nadie la pudiese ver.
Algo similar ocurre con nosotros. Todos tenemos un lado oscuro en nuestra vida. Muchos tratamos de ocultarlo, escondemos nuestros defectos, especialmente en la iglesia. Solemos colocarnos el disfraz de la religión para aparentar ante los demás que somos fuertes, aunque la realidad sea completamente diferente. Pablo era un hombre que tenía todo el derecho de ser una persona arrogante y presumida. Sin embargo, Dios le dio algo que Pablo llamó «una espina en el cuerpo», un tipo de debilidad por la cual Dios podía reflejar su poder. La idea más aceptada es que se trataba de un problema en la vista, (Hechos 9: 3, 8, 9; Gálatas 4: 13-15; Gálatas 6: 17). Elena G. de White escribe que: «Pablo sufría de una afección corporal: su vista era deficiente. Pensó que con oraciones fervientes podría eliminarse ese mal; pero el Señor tenía un propósito, y le dijo a Pablo: “No me hables más de este asunto.
Es suficiente mi gracia. Hará que puedas soportar la dolencia”» (Carta 207, 1899).
¿No es esto maravilloso? No necesitamos esconder nuestros defectos de Dios, pues en sus manos, nuestras debilidades se convierten en demostraciones de su poder. Hoy el mensaje de @Dios para ti es: «Si verdaderamente quieres ver mi poder actuando en tu vida, entrégame tus debilidades, tu lado oscuro, tu lado roto».