Invitados a la mesa del rey
«Le cambió los vestidos de prisionero y Joaquín comió siempre delante de él, todos los días de su vida. Diariamente le fue dado su sustento de parte del rey, día tras día, todos los días de su vida». 2 Reyes 25: 29, 30, RV95
Es una mazmorra sucia y oscura, sin ventanas, donde no entra ni el más tenue rayo de luz. Hace frío y en un rincón de ella alguien tiembla: es un ser humano, aunque no lo parece. Sus ropas eran blancas, pero ahora son oscuras y están roídas. Su cabello cae desordenadamente sobre su rostro y, si pudiésemos mirar debajo, veríamos sus ojos tristes y opacos. Ya no hay esperanzas en él. Hace 37 años que no ve la luz del sol. Repentinamente la puerta se abre y entran dos guardias gritando:
—¡Levántate, hay un nuevo rey en esta nación y quiere verte!
Los guardianes lo toman por los brazos y lo arrastran, llevándolo delante del rey. Los guardas le hicieron levantar la cabeza y al mirar hacia arriba se encuentra con una gran sorpresa: ¡el rey lo está mirando amigablemente, con una sonrisa en sus labios y una mirada bondadosa! Se sorprende mucho más al escucharlo:
—¡Amigo, tu encarcelamiento ha terminado, desde este momento eres libre!
Entonces, dirigiéndose a los soldados, el rey ordena:
—¡Báñenlo, vístanlo y pongan un lugar para él en mi mesa porque comerá hoy, mañana y siempre conmigo!
Esta historia de un rey rebelde, apresado por los superiores, puesto en la cárcel por 37 años, que cerca de la vejez es liberado para comer con su redentor, nos muestra los cuatro pasos que deben repetirse en la vida de cada joven cristiano.
El primer paso es la afirmación: el pasaje nos dice que el rey de Babilonia le habló bondadosamente, lo llenó de seguridad. Así es Dios con nosotros. El segundo paso es la restauración: el rey le cambió los vestidos de prisionero. Dios nunca nos deja como vamos a él. Siempre nos hace mejores. El tercer paso es la comunión, o sea, pasar tiempo juntos, comiendo en su mesa en este caso. El redimido queda en relación de amistad con el Dios que lo ha liberado. Por último, está la provisión. Hay una porción diaria apartada para ti, así como la hubo para Joaquín, por parte del Rey Redentor.
Hoy @Dios ha prometido afirmarte, restaurarte, tener comunión contigo y hacer provisión para todas tus necesidades.