Solo pregúntales
“La corona de los ancianos son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres” (Prov. 17:6).
Fue un matrimonio arreglado. Imagino al novio con traje de domingo y a la novia con su mejor vestido. Imagino que Josef, de cuarenta y cuatro años, estaba contento; pero Karolina seguramente se sentía desdichada. Tenía diecisiete años y estaba enamorada de otro joven. Eran pobres, y la vida era difícil. Años más tarde, emigraron con cuatro hijos a los Estados Unidos desde Polonia. Estoy hablando de los padres de mi abuela.
“Mamá”, como le decíamos a mi abuela, hizo su vida en Texas. A mí me encantaban las historias que contaba sobre su infancia, y siempre le pedía que me las contara nuevamente. Me hablaba de cómo construía casitas de piedra junto al río Bosque. Recordaba cómo su padre lloraba cuando, apoyado en su azada en los campos de algodón, recordaba las verdes colinas que había dejado en Europa. Mamá no estudió, sino que trabajaba en los campos recogiendo algodón. Su padre la ayudaba a alcanzar el mínimo de 90 kilogramos que se exigía incluso a los niños. En una ocasión tuvo tanta sed, que bebió vinagre. Gracias a estas historias, me hice una imagen de lo que fue su infancia. Su madre murió antes de que ella cumpliera diez años, y su padre unos años después.
Mutti, la abuela de mi abuela, que obligó a su hija a casarse con un viudo que tenía casi una docena de hijos adultos, aceptó a regañadientes el cuidado de los huérfanos. Medía el pan con una cuerda para saber si alguien había comido una rebanada. Les daba manzanas a sus nietos pero los huérfanos se comían los corazones mordidos de las manzanas.
Hay muchos detalles que me gustaría saber hoy, pero que mi abuela nunca me contó. Aunque ella y yo éramos muy unidas, nunca atiné a preguntarle: “¿Era linda tu madre?”, “¿Cómo era su carácter?”, “¿Cuánto tiempo estuvo enferma?”, “¿Quién te enseñó a preparar los pierogi?”
Acércate a tus abuelos, tus tíos y tus tías. Pídeles que te cuenten cómo eran sus vidas de jóvenes. Pregúntales lo mismo a tus padres. Si te dicen que no recuerdan, no te rindas. Si notas que algunos temas son dolorosos, no insistas, pero pídeles que te cuenten otras experiencias. ¿Cómo eran sus escuelas? ¿Quiénes eran sus amigos cuando eran adolescentes? ¿Qué hacían para divertirse? ¿Cómo conocieron a su cónyuge?
Tú eres la suma de muchas cosas, incluidas las vidas de tus antepasados. Averigua todo lo que puedas sobre ellos. Ya sea bueno o no, todo ha influido en lo que eres hoy.
PW