Fuego mezclado
“El amo dijo: ‘Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!’ ” (Mat. 25:23, NTV).
Mientras leía los mensajes, pensaba: ¿Veinte años desde nuestra graduación? ¡Es imposible! Mis compañeros de la escuela secundaria estaban organizando un evento para celebrar nuestro aniversario de graduación. Sus mensajes me inundaron de nostalgia, pero también de ansiedad. ¿Qué pensarían de mí después de todos estos años? ¿Creerían que mi vida era exitosa?
¿Qué significa tener éxito? En la Biblia, éxito es fidelidad, no popularidad o riqueza. En su artículo “Granting Permission to Succeed”, para Christianity Today, el autor cristiano Fred Smith define al éxito como “la proporción de talentos utilizados, con respecto a los recibidos”. Ya sea que seamos peluqueras, madres, o biólogas marinas, somos exitosas si estamos utilizando las habilidades que Dios nos dio para ayudar a los demás. Lamentablemente, a veces cometemos el error de Nadab y Abiú (Lev. 10:1-4) y creemos que podemos servir a Dios y también a nosotras mismas.
Queremos hacer música para alabar a Dios, pero también para que la gente admire nuestro talento. Queremos ser buenas madres y esposas, pero que todos lo noten y reconozcan. Pensamos que podemos usar nuestro ministerio para ser fieles a Dios y también para recibir la aprobación de los demás. Pero nadie puede tener dos señores: o nos servimos a nosotras mismas o servimos a Dios. No podemos mezclar el fuego.
Ananías y Safira (Hech. 5:1-11) también dieron una ofrenda engañosa. Ellos deseaban que Bernabé y la congregación los alabaran, pero su engaño les costó la vida. El éxito espiritual demanda que rindamos por completo nuestras ambiciones personales. El fuego santo debe consumirnos por completo. Somos sacrificios vivos.
Mientras aún estemos ebrias de falsas ideas acerca del éxito, vamos a intentar mezclar el fuego como lo hicieron Nadab y Abiú. Nuestra única seguridad es Cristo. Debemos pedirle que nuestro amor por él se expanda y desaloje así nuestro orgullo.
“¡Oh, tener más de ese amor! Si solo digo una oración esta mañana, debiera ser esta: Que la llama del amor de Jesús venga dentro de cada uno de nuestros corazones, y que todas nuestras pasiones sean consumidas por el amor a él” (como ora Charles Spurgeon, en Morning and Evening [De mañana y de tarde]).
Amén