El caballo pálido
“Miré, y he aquí, un caballo amarillento; y el que estaba montado en él se llamaba Muerte; y el Hades lo seguía. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia y con las fieras de la tierra” (Apoc. 6:8, LBLA).
Si la situación se veía mal cuando Jesús abrió el segundo y el tercer sello, al abrir el cuarto empeoró. Llegamos a un período de la historia en que la iglesia justifica el uso de la violencia (a sabiendas de que contradice las enseñanzas de Jesús), para abrirse paso a través del poder político. La iglesia olvidó los principios de gracia y paz que la hicieron exitosa contra la persecución y, una vez que probó el poder, se volvió opresiva.
Jacques Doukhan escribe: “Su conquista del mundo había comenzado con el triunfo de la paz. La escena se había abierto con un caballo blanco, cuyo jinete, Jesús el Mesías, portaba un arco vacío. Sin embargo, a partir del segundo caballo el ímpetu se convirtió en violencia. En tanto que el Mesías había peleado por la iglesia, la iglesia ahora consideraba que era su deber librar la guerra por el Mesías. Las guerras religiosas y las Cruzadas atestiguan un cambio en la mentalidad de la iglesia. La acción desde abajo reemplaza la revelación de lo Alto. La iglesia asumió la prerrogativa de hablar y actuar en nombre de Dios. La intolerancia siempre es producto de este tipo de actitud usurpadora, cuando el testigo de Dios llega a identificarse a sí mismo con Dios; cuando el éxito destruye totalmente la revelación de lo alto; cuando una mentalidad imperialista reemplaza una preocupación evangélica; cuando las estadísticas y la cantidad de bautismos prevalecen sobre la autenticidad de la conversión […].
“La violencia y la opresión son consecuencias naturales de usurpar el papel de Dios. Desde las Cruzadas hasta los campos de concentración, cada vez que las personas se han exaltado al nivel de Dios para luchar en nombre de la cruz […] han sufrido millones de víctimas” (Secretos del Apocalipsis, p. 68).
Jesús siempre rechazó el uso de la fuerza. Cuando sus seguidores intentan forzar lo bueno, inevitablemente ocurre lo contrario.