Locura temporal
“Controla tu carácter, porque el enojo es el distintivode los necios” (Eclesiastés 7:9, NTV).
¿Has oído hablar de acusados en los tribunales que cuya defensa alegra desequilibrio mental? Se hace con bastante frecuencia. Daniel Sickles, un congresista de Nueva York, fue el primer acusado en la historia de los Estados Unidos que recurrió la locura como defensa en un caso criminal.
Fue el 25 de febrero de 1859. En un ataque de celos por un asunto relacionado con su esposa, Daniel disparó y mató a un hombre llamado Philip Key. (Curiosamente, el hombre al que disparó era el hijo de Francis Scott Key, el autor del himno nacional de los Estados Unidos.) Basándose en las circunstancias, el abogado defensor del caso decidió utilizar la declaración de “demencia temporal” o “no culpable por razón de locura”. Sorprendentemente, Daniel Sickles fue absuelto, allanando el camino para absoluciones similares en el futuro.
Cientos de acusados han recurrido a la declaración de demencia desde entonces, pero se utilizó con mayor eficacia durante las décadas de 1940 y 1950. Alrededor del 1 % de todos los casos juzgados utilizan la defensa por demencia y, en el 90 % de los casos exitosos, el que alegaba demencia era considerado un enfermo mental. Muchos estados, como Idaho y Utah, prohíben ahora esta defensa.
La duda es: ¿Puede un hombre volverse temporalmente loco cuando experimenta un grave trauma o tragedia en su vida? ¿Puede una mujer realmente perder todo control de sí misma como sugiere la alegación de locura? Muchos psicólogos asienten con la cabeza, pero ¿cómo sabemos quién está loco de verdad y quién no, aunque sea temporalmente? Esa es la pregunta del millón, ¿no? Una cosa es segura: si no aprendemos a contenernos ni pedimos ayuda para lograrlo, y dejamos que nuestras emociones nos lleven a perder el control, ponemos en riesgo cosas importantes en nuestra vida. No solo nos arriesgamos a quedar encerrados durante mucho tiempo, sino también ponemos en juego nuestra carrera, nuestra familia, nuestro futuro.
La vida puede arrojarnos todo tipo de basura. La gente puede maltratarnos y acusarnos de cosas que no hemos hecho. Pueden robarnos o incluso causarnos daños físicos. Lo importante no es lo que nos sucede, sino cómo lo manejamos. Piensa en Jesús, que fue golpeado, escupido y clavado en una cruz en retribución por pasar su vida animando, sanando y dando vida.
Si dedicamos tiempo a estudiar de forma coherente y sincera cómo manejó Dios las injusticias que le ocurrieron, obtendremos la visión y la capacidad de responder, con éxito, de forma similar. Y una súplica de ayuda a Dios es mejor que una declaración de locura temporal.