Viernes 25 de Marzo de 2022 | Matutina para Mujeres | Paso a paso

Paso a paso

“Bebe del arroyo y come lo que te den los cuervos, porque yo les he ordenado que te lleven comida” (1 Rey. 17:4, NTV).

Solo después de cumplir con su tarea, de presentarse ante el rey Acab y profetizar la llegada de una gran sequía, Elías recibió más información. Aunque Elías vivía en comunión permanente con el Señor, Dios no le dijo de antemano cómo proveería a sus necesidades durante los tres años y medio de sequía, sino que lo guió paso a paso. En primer lugar, Dios le dijo: “Escóndete junto al arroyo de Querit […] Bebe del arroyo y come lo que te den los cuervos” (1 Rey. 17:3, 4, NTV). Como mujeres del siglo XXI, no podemos apreciar cuán extraña es esta idea: ¡Dios proveyó a través de animales impuros! Él podría haber ordenado a unas palomas que alimentaran a Elías. Sin embargo, Dios escogió que cada bocado de pan y carne que Elías comiera viniese del pico de un animal impuro. Dios proveyó de manera inesperada, forzándolo a dejar sus prejuicios atrás.

Con el tiempo, el arroyo de Querit se secó. Elías debió de haber observado el caudal del arroyo descender día tras día, sin saber qué sucedería después. Cuando ya no había más agua para beber, Dios le dio nuevas instrucciones: “Vete a vivir a la aldea de Sarepta, que está cerca de la ciudad de Sidón. Yo le he ordenado a una viuda de allí que te alimente” (1 Rey. 17:8, NTV). A veces hacemos exactamente lo que Dios nos pide, y entonces el río se seca. La amistad, la salud o el dinero desaparecen, y nos preguntamos si Dios se olvidó de nosotras. Sin embargo, el Señor puede guiarnos, abriendo o cerrando puertas, a través de arroyos caudalosos y también de lechos secos. Dios tenía un plan mucho más grande (que incluía salvar a una viuda y a su hijo), y es posible que Elías no se habría movido de su escondite si el arroyo no se hubiera secado.

Cuando le pedimos a Dios que nos guíe, solemos tener una idea muy limitada acerca de lo que esto implica. Creemos que Dios debe proveer en el tiempo y en la manera que nosotras esperamos, preferiblemente sin sobresaltos ni cambios de planes. Cuando esto no sucede así, nos desanimamos, al creer que Dios se olvidó de nosotras. Sin embargo, Dios nos guía paso a paso, abriendo y cerrando puertas, proveyéndonos de las maneras más inesperadas.

Señor, aunque no siempre entiendo lo que sucede, quiero confiar en tus planes. Tú puedes guiarme de miles de maneras que no imagino, aun a través del fracaso y aun cuando las puertas se cierren. ¡Hoy voy a confiar y esperar en ti!

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